El Autor de la vida tuvo un propósito eterno en la creación del hombre, y lo sigue teniendo. La caída en el Jardín del Edén - que fue trágica y retrasó por un tiempo el plan divino- integra este designio eterno realizado en Cristo. Todo lo que estaba previsto se realizó según las Escrituras, lo que demuestra la perfección de Dios (S. Juan 1.1-4). La existencia terrenal, que es demasiado corta, es una preparación para la eternidad con el Creador. ¡No podemos equivocarnos!

Pablo fue al tercer Cielo, donde vio y oyó cosas que nunca serán reveladas a la gente corriente. Por ello, recibió una espina en la carne, un mensajero del Infierno que le abofeteaba (2 Corintios 12.1-10). El apóstol declaró: A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las insondables riquezas de Cristo. (Efesios 3.8). ¡Lo que aprendamos aquí será conforme al propósito del Señor!

El apóstol afirmó que su misión consistía en proclamar las incomprensibles riquezas de Cristo entre los gentiles, los que originalmente no pertenecían a Dios, por medio del Evangelio. Debemos aprender cuáles son esas riquezas para anunciarlas a nuestros hermanos en Cristo. Sin duda, perdemos mucho por no conocerlas y, en consecuencia, por no cumplir la voluntad de Dios. El Señor quiere que todos se arrepientan para formar Su pueblo eterno (2 Pedro 3.9).

Hay un misterio que ha estado oculto durante siglos. Por eso, si lo aprendemos y damos a todos la oportunidad de reconciliarse con Dios, no solo se salvarán, sino que disfrutarán perpetuamente de los regalos del Señor. Ahora no los entendemos, pero los utilizaremos para siempre en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Tenemos que salir de donde estamos y llevar la Semilla bendita que dará hijos a nuestro Padre celestial.

Pablo habla de nuestra participación en la gran obra de Dios ahora y en la eternidad: Y de aclarar a todos cuál sea el plan del misterio escondido desde los siglos en Dios, el creador de todas las cosas. (Efesios 3.9). Esto debe hacernos alabar al Creador, porque nunca caminaremos solos. El propósito eterno del Señor no puede permanecer oculto a nuestros hermanos en Cristo.

Cuando sabemos que algo nos pertenece, inmediatamente tratamos de comprender cómo apropiarnos de ello. Pero por el momento, esta bendición está oculta al hombre, y es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien la ha ocultado. A su debido tiempo, llegaremos a conocer este plan eterno, y entonces alabaremos sin cesar al Altísimo. La Biblia nos da una idea de esto, diciendo que en el hogar celestial conoceremos al Señor como somos conocidos por Él (1 Corintios 13.12; 1 Juan 3.2). ¡Va a ser hermoso!

Escribiendo a los corintios, Pablo habló de lo que recibiremos del Señor: Antes bien, como está escrito: «Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman.» (1 Corintios 2.9). Pobres los que se pierden en el pecado y no vuelven a los brazos de Jesús. Sin Su guía y Su perdón, nunca llegará la plenitud del Espíritu Santo. ¡Venga y compruébelo!

En Cristo, con amor,

R. R. Soares