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2025-11-16 03:00:00

Al oír que era Jesús nazareno, comenzó a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!


San Marcos 10.47

Aprender sobre Jesús de Nazaret en la Palabra nos hace bien, ya sea que estemos pensando en seguir a Cristo o que llevemos mucho tiempo en este camino bendito. Cada vez que escuchamos sobre el Salvador, conforme a lo que dicen las Escrituras sobre Él, seremos bendecidos con la fe que nos da poder para mover montañas y nos libra del diablo (S. Marcos 11.22-24).

Ponga atención al relato bíblico que habla del diablo, cuyo objetivo es apartarnos de nuestra posición en Cristo. El siguiente pasaje ocurrió con Jesús en el desierto, poco después de ser bautizado por Juan el Bautista. Satanás apareció y sutilmente intentó dejar al Salvador en duda sobre quién era: «Se le acercó el tentador y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.» (S. Mateo 4.3). La respuesta del Maestro fue citar la Palabra de Dios (Deuteronomio 8:3). ¡Haga lo mismo!

Otro buen ejemplo es el del rey David, quien se dio cuenta de que sus enemigos eran muchos y querían destruirlo. Así se lo declaró al Señor, pero al mismo tiempo, mostró firmeza ante el Altísimo. No hay nada mejor que actuar como David cuando queremos librarnos del maligno. Las Escrituras declaran: «Todo el día mis enemigos me pisotean, porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia. En el día que temo, yo en ti confío.» (Salmo 56.2-3). ¡Haga lo mismo y crea!

Otro que buscó liberarnos de la duda fue Pablo, quien, al sentir una dificultad, la superó usando la Palabra de Dios: «Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» (Filipenses 4.12-13). El apóstol no despreció las instrucciones del Cielo y nos sirve como ejemplo a seguir.

Joel, el profeta que solía informarnos sobre el bautismo con el Espíritu Santo, una bendición sobre la que hay que enseñar, habló de la actitud del rey Josafat ante la confederación de naciones reunidas para destruir a Israel: «Ciertamente en aquellos días, en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén.» (Joel 3.1). El cautiverio del temor al diablo ha aprisionado al pueblo de Dios en nuestros días, pero el remedio es no temer al mal.

             Josafat había reunido al pueblo en Jerusalén para presentarle el problema a Dios, entonces llegó un profeta con un mensaje divino (2 Crónicas 20.1-19). El rey condujo al pueblo a la batalla, pero alabó al Señor delante del enemigo. La firmeza de Josafat provocó que los enemigos se destruyeran mutuamente, volviéndose unos contra otros y se mataran. Israel solo tuvo que llevarse sus riquezas a Jerusalén, y esto duró cuatro días. ¡Con Dios, nuestra guerra es fructífera!

            Joel nos enseñó sobre cómo actuar después de ser llenos del Espíritu Santo: «Reuniré a todas las naciones y las haré descender al valle de Josafat; allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, de Israel, mi heredad, al cual ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra.» (Joel 3.2). Crea: ¡el valle de Josafat es el lugar donde actuaremos con valentía!

        

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Dios de nuestra confianza! Nuestro comportamiento negativo nos lleva a la derrota ante el enemigo, y eso no es bueno. No nos llamaste a arrodillarnos ante quienes desean matarnos. En todo, somos más que venceremos por Aquel que nos amó y nos liberó.

          Tu Hijo derrotó al diablo en su casa, despojándolo de los poderes que tenía sobre el mundo, y al final, Jesús llevó la cautividad subiendo al Cielo. También dio dones a Tu pueblo santo. Por lo tanto, ¡nos apropiamos de todo lo que es nuestro en Cristo!

         Al oír que el Salvador pasaba, el ciego Bartimeo clamó pidiendo misericordia. Si hubiera permanecido atado a los dogmas religiosos, nunca hubiera recibido la bendición. Estamos en el Valle de Josafat para derrotar al enemigo. Padre, ¡queremos alabarte como lo hizo este rey!