CONCLUSIONES APRESURADAS

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2025-11-22 03:00:00

Respondiendo Jesús, les dijo: —¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que los demás galileos?


San Lucas 13.2

Esta respuesta de Jesús deja claro que el sufrimiento no tiene nada que ver con que algunos sean considerados más pecadores que otros. Quien piensa que el “castigo” llega inmediatamente por lo que una persona ha hecho mal, aún no ha abandonado las teorías de la antigua religión. Dios no ha iniciado el juicio que arrojará al pecador irreconciliable al tormento eterno. Ahora bien, Él es amor, por lo que no ejerce su derecho a castigar a las personas por sus malas acciones (Eclesiastés 12.14; Hebreos 9.27; 2 Pedro 3.9).       

Es posible que el joven rico (S. Marcos 10.17-22), por ejemplo, se molestara con Dios, y no siguió la instrucción de vender sus posesiones y dar el dinero a los pobres, porque no quería compartir la riqueza que heredó de sus padres. Quizás también se negó a ir a la sinagoga porque ya no soportaba las enseñanzas indirectas de los predicadores de la época sobre este tema. Un día, sin embargo, alguien le contó lo que Jesús hacía: sanaba enfermos, liberaba los cautivos y perdonaba a pecadores arrepentidos.

Al oír hablar del Salvador, el joven quizá le preguntó a alguien si cobraba por las bendiciones y si predicaba como los doctores de la Ley, y la respuesta fue no. Entonces, comenzó a averiguar más sobre el Hijo de Dios. Como nadie tenía nada en contra de Cristo, decidió buscarlo. Si lo que le decían era cierto, podría regresar a la casa de Dios y conservar toda su prosperidad.

Sabiendo que el Maestro pasaría por su ciudad, el joven se preparó para encontrarse con él, orando y planeando qué pedirle, aunque, en el fondo de su alma, sabía que lo que había oído en la sinagoga venía del Cielo. Cuando llegó el día, corrió al encuentro de Jesús y le preguntó cómo salvarse. Quizás lo que más le molestaba y le dolía en el corazón era la posibilidad de perderse para siempre.

Incluso las palabras dirigidas al Señor estaban diseñadas para no dejar lugar a dudas: «—Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». (S. Marcos 10.17b). Jesús le dijo: —¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes.» (v. 18, 19a), y empezó a enumerarlos hasta que el joven lo interrumpió: «—Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud». Viendo su insensatez y amándolo, Jesús le respondió: «—Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.» (v. 22b).

El Maestro no era lo que el joven pensaba, pues respondió de forma muy distinta a la que imaginaba, proponiendo lo mismo que el Padre le había ordenado: que vendiera sus bienes y se los diera a los pobres. Al oír la respuesta de Jesús, el joven pensó: «Él es Dios y quiere quitarme lo que mi padre me dejó». Esto no era verdad. Dios quería darle la salvación, pero él solo pensaba en su fortuna. Si hubiera obedecido al Señor, ¡habría enriquecido aún más! No saque conclusiones precipitadas ni intente engañar a Dios, pensando que le dirá la «mentira» que quiere oír. En cambio, obedézcalo, creyendo que Él tiene lo mejor para usted.

 

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Dios, nuestro Maestro! Muchas personas no saben cuánto pierden al desobedecer Tu Palabra. Sufren los ataques del reino de las tinieblas y no pueden vencerlo porque no están bajo el pacto hecho contigo en la sangre de Jesús.             

         No tenemos que poner excusas ni culpar a otros por nuestras aflicciones. Al usar el Nombre del Salvador, podemos detener el mal que planea el diablo. Pero si lo posponemos para otro día, podría ser demasiado tarde. ¡Debemos buscarte ahora!             

         Tú lo sabes y todo lo puedes. Sin Ti, no hay forma de resistir a las viles intenciones del diablo. Tu pueblo necesita despertar y actuar en Tu Nombre. Tu Palabra es nuestra fuente de inspiración y revelación. ¡Gracias por darnos Tu poder!