Dios le dio un remedio a Moisés para que las personas se librasen del veneno de las víboras: mirar con fe la serpiente de bronce, para que sus cuerpos volvieran a estar sanos. Esto representa el hecho de que hoy tengamos que dirigir nuestra atención a Jesús en la cruz del Calvario, donde Él nos sustituyó, justificándonos del pecado. Así, vemos como se va el mal que nos separa de Dios.

Mirar a Cristo en la cruz, donde Él cumplió los requisitos de la Ley y compró para nosotros las preciosas promesas de salvación, de liberación, de cura y de las demás bendiciones, es como abrir la Biblia y escudriñarla. Cuando una parte de la Palabra le salte a la vista, la respuesta del Señor vendrá. Por eso, guarde la revelación que se le concedió al meditar en las Escrituras, creyendo que el veneno del diablo saldrá de su corazón. El momento era delicado. De repente, a lo largo del camino, el campamento de Israel se llenó de serpientes. Pero estas no vinieron por encanto. El pecado lo cometieron los hebreos, al condenar a Moisés y acusar al Señor de haberlos sacado de Egipto, así como al quejarse de que, en el desierto, no había agua ni pan, más que el maná. Esto era el Pan del Cielo que les protegía de enfermedades y otros males.

Los israelitas vivieron 40 años en el desierto sin ser destruidos por nada; al contrario, crecían en número y también moralmente. Por eso, su queja no era procedente y fue demasiado. Así, rompieron la protección y el Señor no pudo hacer nada, más que permitir que les atacaran serpientes venenosas. El mal fue haber murmurado. ¡Que esto nos sirva de aviso a todos nosotros!

Hoy muchas personas lamentan no poder hacer las obras que Jesús realizaba en pro de los perdidos. Les mordieron las serpientes del pecado, por eso desean lo que se ofrece en la puerta ancha. Somos un pueblo especial para el Señor, y Él vela por nosotros y nos cuida. No deje nunca que la actuación del reino de las tinieblas rodee su vida. Salir de la santidad es lo peor que puede querer.

Si no fuese por las serpientes, los hebreos habrían pecado más y se hubieran perdido para siempre. Debemos vivir de modo ejemplar, seguir siendo irreprochables hasta el Día que Jesús venga a buscar a Su Iglesia. Tenemos que estar listos para vencer las artimañas del enemigo, que trata de sacarnos del camino de los Cielos. El pueblo de Dios se dio cuenta del mal cometido y se arrepintió. Así, pudo proseguir rumbo a Canaán, símbolo de la salvación.

El que abandonó el Evangelio eligió la peor opción. Aunque creyera tener derecho a pecar, cometió un error que le llevará a la perdición. Si tenemos que soportar días de mucho sufrimiento para ganar el Cielo deberíamos aguantarlos, pero esto no es verdad, ¡porque el que acepta a Jesús se vuelve ciudadano del Reino de la felicidad!

En Cristo, con amor, 

R. R. Soares