La primera condición para que una persona agrade a Dios es oírlo por medio de la Palabra. Esto ocurre cuando uno entiende su misión y, con la ayuda celestial, actúa como Jesús. Por mucho que esté lleno de buenos propósitos, si no aprende con el Señor, no podrá hacer la obra debidamente. El que menosprecia las instrucciones bíblicas no logra cumplir su llamado. Aunque se esfuerce, sus hechos nunca serán aceptados.

La segunda es decidir de corazón exaltar el santo Nombre del Señor. Los motivos que las personas encuentran para hacer lo que llaman obra divina nunca serán tomados en consideración por Él. Cristo afirmó: Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno (San Juan 5.34); Gloria de los hombres no recibo (San Juan 5.41). ¡La caída de Adán fue devastadora! Incluso el que se aleja de la convivencia con la gente y se va a un monasterio para llevar una vida de reclusión, nunca agradará al Señor con este acto.

La gloria de la que habla el Altísimo es más que pronunciar lindas palabras sobre Su Nombre y usarlo para liberar a los oprimidos. El Maestro dio ejemplo al venir al mundo y pagar el precio de nuestra caída. Él lo hizo todo como vio que lo hacía el Padre. No sirve de nada esforzarse ni pasar horas y horas rezando a Dios para que Él atienda sus oraciones. Cuando se ora del modo correcto, las respuestas vienen muy pronto.

En cuanto una persona se niega a glorificar al Padre celestial es oprimida por maldiciones. No siente paz y pierde la autoridad sobre los males. Entonces aparecen sufrimientos y perturbaciones. ¿Por qué dejar de honrar el Nombre que es sobre todo nombre, que nos cura, libera, abre las puertas del Cielo y da poder sobre el reino de las tinieblas? ¡Andar con Dios es tan bueno! ¿Por qué actuar de forma contraria a las Escrituras?

El que está alejado del Altísimo debe buscarlo con urgencia, porque Él habla de maldecir las bendiciones. Así, si una persona espera que algo fuera de la Palabra le sirva de socorro, esto solo hará que empeore su aflicción. Al ignorar al Señor, experimentará los rigores del reino del mal. Muchos no despertaron al hecho de que la maldad existente en sus corazones trajo los peores demonios. ¡Tiene que haber liberación!

El decreto ya se ha publicado: el que rechaza la bendición ama la maldición, que vendrá sobre él. El que se comporta así necesita ser liberado de un espíritu inmundo. ¿Por qué alguien rechazaría la bendición para ser oprimido por la maldición? ¿Tendría el valor de quemar su salario al recibirlo? Claro que no, porque la bendición le ayudaría bastante. Procure reconciliarse con Dios mientras haya tiempo.

Considere las advertencias bíblicas en su corazón. Tanto si el hombre las acepta como si no, serán una realidad en la vida de todo aquel que no da gloria al Nombre capaz de dar poder para vencer al maligno. Con Dios, usted será feliz y tendrá éxito. ¿Qué le parece?

En Cristo, con amor,

R. R. Soares