DIOS NOS CONSUELA

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2024-01-10 03:00:00
El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
2 Corintios 1.4
¡Qué seguridad nos da el Señor al garantizarnos Su consuelo en toda tribulación! Para que no tengamos que temer el mañana. Jesús nos aseguró que su ida al Cielo no nos perjudicaría en nada, porque enviaría un Consolador: el Espíritu Santo (S. Juan 14.16-18). Al mencionarlo, Cristo demostró que consolaba a las personas curándolas y no ofreciéndoles Su hombro para llorar. Consolar es ofrecer una solución a las aflicciones y a los problemas de las personas.
En el lado humano, cuando consolamos a alguien, solemos decir que comprendemos el mal momento por el que está pasando, pero no aliviamos su dolor ni resolvemos su problema. En el lado divino, ocurre lo contrario, como Él mismo dijo: Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré (S. Juan 16.7). La palabra conviene significa mejor, para que la obra sea abundante.
Cuando el Hijo de Dios estuvo entre nosotros, estaba limitado por el tiempo y el espacio como cualquier ser humano. Si estaba en Jericó, no podía estar en Jerusalén al mismo tiempo. Sin embargo, el Espíritu Santo está presente en todo el mundo, porque no hay obstáculos para Sus operaciones. Está claro que Él vino a glorificar a Jesús (S. Juan 16.14).
La consolación vino del Padre, traída por Cristo y aplicada por Su Espíritu. Así, la Palabra declara: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación (2 Corintios 1.3). Esta afirmación muestra que no hay competencia entre las personas de la Trinidad, pues forman el único Dios: el Padre, considerado el mayor, según el Señor Jesús; el Hijo, a quien se le ha dado todo el poder en el Cielo y en la Tierra, y el Espíritu Santo, que trae y aplica la consolación. ¡A Dios sea toda la gloria!
Según el apóstol Pablo, la consolación que recibimos del Espíritu nos autoriza a consolar a los que están atribulados, porque, por la acción del Espíritu en nosotros, somos hechos consoladores. De este modo, se nos es permitido utilizar el Nombre del Señor para que demos solución a los problemas de los que acuden a nosotros. Fíjese en las condiciones dadas por el Salvador: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer (S. Juan 15.5).
El mismo poder que nos fue dado y obró eficazmente en nosotros fue dado también a los que creyeron y, como resultado, fueron liberados. Así que, si usted está orando por la liberación de algún mal, y aún no lo ha logrado, ¿qué le detiene: la falta de fe, el pecado o la desobediencia? Es importante que conozcamos la Verdad, la Palabra de Dios, porque ella nos hará libres (S. Juan 8.32). Relacionarse con el Señor hace un bien tremendo, así que ¡sea una persona cimentada en la Palabra y en la oración!
La Biblia no contiene errores. ¿Qué ocurre cuando no seguimos las directrices que contiene? Fíjese en las consecuencias de los errores de los hermanos del pasado. Lo que hay en la Escritura es una lección que hay que aprender (1 Corintios 10.1-11). ¡El Señor nos ha hecho verdaderos consoladores!
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Dios, verdadero Consolador! ¡Qué maravilloso ministerio tenemos que cumplir! Pero nuestra alma debe ser pura ante Ti. Creyendo en Tu Palabra y haciendo Tu voluntad, la Verdad nos utilizará para Tu gloria. Por lo tanto, ¡Te rogamos por la comprensión necesaria!
No podemos ir por la vida sin que imitemos a Tu Hijo, que anduvo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio. Ayúdanos a liberarnos de los deseos de la carne y a hacer solo Tu voluntad. ¡Actuando como hijos Tuyos, glorificaremos Tu Nombre!
Que al final de nuestros días podamos mirar hacia atrás y recordar a las personas que acudieron a nosotros y fueron consoladas. Que digamos: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera y he guardado la fe". Así, en el Último Día, ¡recibiremos la honrosa corona de Tu justicia!