EL HOMBRE QUE DETUVO A JESÚS

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2025-11-18 03:00:00

 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego, diciéndole: —Ten confianza; levántate, te llama.


San Marcos 10.49

El Hijo de Dios vino al mundo con una noble misión: enseñarnos a acercarnos al Padre y recibir todo lo que necesitamos. Hace más de dos mil años, al salir de Jericó, un mendigo ciego llamado Bartimeo se negó a dejarse engañar por quienes decían que todos lo habían engañado. Al contrario, al oír hablar de Jesús, se sintió amado por Él, así que clamó hasta ser escuchado. Bartimeo solo recibió respuesta cuando su fe creció. ¡La fe es por oír la Palabra de Dios! (Romanos 10.17).

Los impacientes deben aprender a no dejarse dominar por nada excepto por el Espíritu Santo (Proverbios 14.29). El rey Saúl se impacientó después de su coronación y permitió que las tentaciones lo dominaran. Como resultado, vio toda clase de cosas impuras operando dentro de sí. Los salvos deben comprender la advertencia de Jesús de velar y orar (S. Mateo 26.41), para que no les suceda lo mismo.    

El profeta Samuel había fijado un día y una hora para encontrarse con Saúl, pero el rey perdió la paciencia con él porque aún no había llegado y tomó la insensata decisión de ocupar el puesto reservado para el sacerdote. Entonces, ofreció el sacrificio, pues su pueblo lo estaba abandonando (1 Samuel 13.1-14). Al llegar, el profeta escuchó la explicación del monarca y le dijo que había actuado insensatamente y que, por no haber cumplido el mandato de Dios, su reino le sería arrebatado y entregado a otro. ¡Obedezcan!

A los hombres que exigieron que Bartimeo dejara de clamar se les ordenó que fueran por él, y así lo hicieron. Vieron que la falta de respuesta del Maestro era necesaria para que la fe del hombre creciera hasta el punto de recibir sanidad. Por ello, nunca impida que alguien busque a Dios, pues será culpable y responsable de lo que le suceda a esa vida. Ahora bien, cuando escuche una orden del Señor, no deje de obedecerla; de lo contrario, estará yendo en contra de Su plan.

         Elías fue un ejemplo de que la perseverancia al clamar conduce al éxito. Tras demostrar que solo el Señor es Dios y destruir a los 450 profetas de Baal y a los 400 de Asera, considerada la diosa de los postes de Asera (Jeremías 17.2 – NTV), el profeta subió a la montaña para su mayor prueba: había prometido detener la lluvia y luego hacer llover de nuevo. Sin embargo, oró siete veces para que su palabra se cumpliera (1 Reyes 18). ¡Las promesas se cumplen a su debido tiempo!

             A menudo se piensa que todo es fácil para los cristianos; que solo necesitamos orar para que nuestras peticiones sean respondidas. Sin embargo, si nos alejamos de Dios o no actuamos con fe, nada sucederá. Elías le había dicho al rey Acab que subiera a comer, porque la lluvia venía (1 Reyes 18.41-42). El profeta se arrodilló y oró con fe, conforme a todo lo que se le había dicho, pero el cielo seguía despejado y no llovía. ¡Tenía que perseverar!

           ¡Imagínense la presión que ejerció el diablo para evitar que lloviera! Elías oró, y su ayudante fue a ver si había alguna señal de lluvia. Y a la séptima vez dijo: «A la séptima vez el criado dijo: —Veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Elías dijo: —Ve y dile a Acab: “Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te lo impida.”» (1 Reyes 18:44). ¡Crea!

 

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares


La Oración de Hoy

     ¡Señor, que cumples la Palabra! Así como el diablo no pudo impedir el cumplimiento de Tus planes, tampoco impedirá que llegue la respuesta prometida. Tu mano obrará a nuestro favor, para que seas glorificado en Jesús, Tu Hijo.          

       No sabemos cuántas veces tuvo que clamar Bartimeo pidiendo misericordia, ni cuánto logró el diablo retrasar su sanidad. No actuó como un niño, sino como alguien que conoce sus derechos y los reivindica. ¡Ese hombre sanó al perseverar según Tus enseñanzas!

       Siempre debemos tener buen ánimo, incluso cuando todo indique lo contrario, porque nunca dejarás de responderle a Tus hijos que imploran justicia. Así como ese mendigo era a Tu imagen y semejanza y clamaba a Ti, ¡nosotros también tenemos esta misma prerrogativa!