EL OPROBIO DE TUS SIERVOS

COMPARTILHE

2025-01-21 03:00:00

Señor, acuérdate del oprobio de tus siervos; oprobio de muchos pueblos, que llevo en mi seno.


Salmo 89.50

     Etán era uno de los levitas del rey David; quizás su familia también lo era. Había sido entrenado por David y aprendió bien su oficio, pues el Señor también lo hizo profeta. Es bueno ver que los que se convierten bajo nuestro ministerio son instrumentos del Señor de manera gloriosa. Esta es nuestra realización en Cristo: saber que somos entrenados por Él para transmitir la unción a los que nos sucederán, preparándolos para servir al Padre. ¡El ministerio debe continuar!

         La obra de Dios es como una boda, y nosotros somos la novia. Este simbolismo es una de las mayores lecciones que debemos aprender. Somos responsables de los que nacen en nosotros, en Su Reino, para que hagamos de ellos siervos y fieles administradores de las bendiciones del Evangelio. Pero, desafortunadamente, muchos que podrían dar fruto para el Señor actúan en contra de lo que se les ha instruido. ¡Tenga cuidado de no caer en el engaño del diablo! (Génesis 3)

       Etán sirvió fielmente en el ministerio de David y, por tanto, trabajó a favor de la obra de Dios como profeta. En el Salmo 89, vemos que el Espíritu Santo lo estaba utilizando de una gran manera, y el versículo en cuestión nos lleva mil años adelante, porque habla del Señor que moriría en la cruz, sufriendo en nuestro lugar. Jesús tomó sobre Sí nuestros pecados, nuestros dolores y enfermedades y, al final, cuando todo recayó sobre Él, sufrió también nuestra burla (Isaías 53.4-9).

      Con espíritu profético, Etán le hizo al Maestro la petición contenida en el versículo que estamos estudiando. Hoy, ninguno de nosotros debe considerarse enfermo, derrotado o pecador. Estuvimos con Cristo en la cruz, así como estuvimos con Él en Su muerte y resurrección (Romanos 6.5). Ahora el Maestro vio que ya no quedaba nada por pagar, ni siquiera el precio de la burla. El Salvador gritó: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (S. Juan 19.30b). Así, ¡se acabaron nuestros dolores!

      Jeremías fue el profeta que lloró por las calles de Jerusalén, pidiendo al pueblo que volviera al Señor, porque iban a pasar 70 años en Babilonia, aprendiendo con penurias lo que se habían negado a aprender gratuitamente. Vio el futuro y profetizó: Ya está cumplido tu castigo, hija de Sión: Nunca más hará él que te lleven cautiva. (Lamentaciones 4.22a). Nuestro problema de aprendizaje está resuelto; ¡ahora solo tenemos que entender la Biblia y ponerla en práctica!

      Jesús llevó en Su pecho el desprecio de los poderosos pecadores para darles la salvación, no el castigo. En vista de ello, quien se arrepiente de sus transgresiones y acepta a Jesús como Señor y Salvador tiene derecho a ser salvado y transformado en un hijo que no mentirá, sino que demostrará que cree en la Palabra. ¿Por qué pagó Cristo un precio tan alto? Para redimirnos de la Caída y de sus consecuencias para el Reino de los Cielos. Sin embargo, hay quien dice que hoy Dios ya no cura a los enfermos. ¡Cuidado!

       Es hora de que la Iglesia se olvide de las doctrinas religiosas que han surgido en la mente de los hombres, aunque algunas tengan buenas intenciones. No proceden del corazón de Dios y, por tanto, carecen de valor. Los iluminados por la Palabra dan gracias por el perdón de los pecados y la curación traída por Cristo. El Señor nos ha mandado que le enseñemos todo lo que nos ha mostrado (S. Mateo 28.18-20). ¿Vamos a obedecer?

 

      En Cristo, con amor,

 

      R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Dios del Calvario! ¡Qué precio pagó Tu Unigénito para darnos la vida eterna! Recuerdo el desprecio que sufría Tu pueblo en todas partes. Por eso casi nadie quería ir a países donde la gente ni siquiera había oído hablar de Jesús.

         No tenemos que ser tratados con burla, sino buscados cuando los perdidos vean Tu poder y amor revelados en y a través de nosotros. Entonces serán bendecidos, y Tú también serás glorificado por aquellos que no Te conocen. ¡Ayúdanos, Padre!

        Etán fue utilizado para que Jesús se acordara de Tu pueblo despreciado. Cristo nos ha redimido; ahora salgamos al mundo llevando el mensaje de salvación. Es bueno servirte de verdad. Nunca más iremos al cautiverio, ¡porque somos Tus hijos!