EL REMEDIO ES EL EVANGELIO
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2025-11-21 03:00:00
Porque el corazón de este pueblo se ha entorpecido, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni con el corazón entiendan, ni se conviertan y yo los sane.”
San Mateo 13.15
El Evangelio no es una filosofía religiosa para ayudar a algunas personas a liberarse de las acciones del reino de las tinieblas. Según el apóstol Pablo, es el poder de Dios el que salva, libera y capacita a las personas para ser sabias en los asuntos de la vida: «No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego.» (Romanos 1.16). Entonces, ¿por qué no proclamar el Reino de Dios con plena convicción?
Al actuar como Jesús, les ministramos a otros las bendiciones que Él, con su muerte y resurrección, adquirió para nosotros, rompiendo el estigma que existía en quienes no entendían la razón por la que Dios envió a Su Hijo: para rescatarnos de las manos del enemigo. El Maestro les enseñó cómo la fe los sanaría de todo tipo de sufrimiento, incluyendo aquellos males que, aún hoy, se consideran irreversibles. Como resultado, la gente quedó maravillada ante el maravilloso poder del Señor.
Cristo nos instruyó a abrirle los ojos a los demás, incluso a quienes nacieron sin la capacidad física de ver, como el ciego mencionado en San Juan 9. El Salvador fue enfático: «Me es necesario hacer las obras del que me envió, mientras dura el día; la noche viene, cuando nadie puede trabajar.» (S. Juan 9.4). Este «es necesario» puede entenderse como «debemos hacer la obra de Dios mientras estemos aquí». De esta manera, no habrá personas incurables ni irrecuperables.
Dios nos ha dado la capacidad de discernir Su voluntad a través de Su Palabra: salvar y sanar a quienes viven bajo la opresión del mal. El Señor desea liberarlos para que disfruten la vida abundante que Cristo trajo (S. Juan 10.10), incluyendo a quienes ya creen en Él, aunque muchos viven lejos del plan que el Padre trazó cuando envió a Su Hijo a morir por la humanidad. De hecho, todo ya se cumplió en la cruz (S. Juan 19.30). No faltó ni una jota ni una tilde para que las profecías se cumplieran (S. Mateo 5.18). ¡Crea!
El Todopoderoso quiere que quienes son llamados por Su Espíritu lo obedezcan para ver, tanto con los ojos del cuerpo como con los del alma, y comprender el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades (Colosenses 1.26), desde la caída de Adán en el Jardín del Edén. Este es el momento de proclamar la Verdad, no de seguir recitando letanías que no llevan a nadie a la liberación. Ellos tienen oídos para oír (S. Marcos 4.23), así que ¡debemos predicar como Jesús!
Si decimos la Verdad, la gente comprenderá con el corazón y será sanada, liberada y salva (S. Mateo 13.15). Pero si continuamos con asuntos religiosos, no vivirán bien, porque practicarán todo tipo de pecado. El secreto está en seguir el ejemplo de Jesús, proclamando el Evangelio y liberando a los oprimidos por el diablo (Hechos 10.38). Después de todo, ¿no fue para eso que Él vino al mundo, y nosotros también? Deje de "justificar" a los demonios; ¡Échelos fuera usando el Nombre poderoso!
El verdadero Evangelio predicado bajo la unción del Espíritu Santo llevará a las personas a la conversión y a la sanación. Así, todos ganaremos, pues no habrá más ladrones, secuestradores ni otro tipo de criminales. ¡Esta es la solución al mal!
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Dios, nuestro Libertador! El pecado, que está por todas partes como la mala hierba, nos ha cegado. Incluso las autoridades ayudan al diablo a llevar a la sociedad a la destrucción. Sin embargo, tenemos Tu poder para ponerle fin a esto.
Guíanos para reanudar la obra de Jesús, quien dijo: «separados de mí nada podéis hacer» (S. Juan 15.5b). Nuestros corazones anhelan cumplir lo que el Salvador logró durante Su vida terrenal.
Padre, contamos con Tu amor derramado sobre nosotros con la muerte y resurrección de Jesús, que nos lleva a hacer lo que Él nos ordenó. También contamos con Tu poder manifestado en Cristo. En Tu nombre, Te invocamos para que liberes a los oprimidos.
