El faraón estaba convencido de su error, pero al mismo tiempo intentó hacerse pasar por una buena persona, culpando a Abraham, quien solo había dicho la mitad de la verdad. El rey podría haber confesado que no estuvo bien enamorarse de Sara. Ahora, su cautelosa decisión de enviar parte de su ejército para escoltar al patriarca Abraham fuera de Egipto demostró su temor a lo que Dios le haría si algo les sucediera a esos “hermanos”.

En el Juicio, veremos a muchas personas que, en vida, tuvieron un cónyuge hermoso y sabio, estaban preparadas para gobernar ciudades, estados y naciones, y fueron aplaudidas por el mundo. Sin embargo, en realidad, fueron corruptos y lo pagarán caro. Dios enjugará toda lágrima de los ojos de los oprimidos; por lo tanto, mientras haya tiempo, busquen al Señor, y Él los ayudará en todo. ¡Dios es bueno y fiel!

Dios no desea enviar a nadie al Infierno para que sufra eternamente. Si son condenados a este castigo, nunca escaparán. El Señor quiere salvar a todos los perdidos mediante la obra de Jesús en Su muerte. El apóstol Pablo lo explicó en Grecia, entre los filósofos: «Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;» (Hechos 17.30). ¡Asegure su salvación ahora!

Faraón confesó que no había tocado a Sara, pero que podría haberla tomado por esposa. Ahora bien, en esto se equivocó, porque, sin duda, el Altísimo no permitiría tal acto. Si eso hubiera sucedido, el rey habría sido muerto en el momento en que tocara a la ungida del Señor. ¿Cuántos han hecho cosas similares y ya no están entre nosotros? Lo veremos en el ajuste de cuentas del último Día. ¡Esfuércese por ir al Cielo, porque todo está listo para recibirle allí!

Cuatrocientos años después, cuando los herederos de Abraham se convirtieron en esclavos en Egipto, un hombre los sacó, como se profetizó. El éxodo contó con el permiso del rey egipcio; después de todo, las plagas que cayeron sobre su nación fueron una muestra de las que afligieron al Faraón de la época de Abraham. Quinientos años después, Moisés, por el poder de Dios, envió terribles plagas a ese país por adorar a dioses falsos. El Señor sabe cómo programar sus acciones para que los faraones de hoy permitan a las personas buenas vivir con dignidad.

El Faraón acertó en algo y le dijo a Abraham: «Ella es tu mujer». No sea como el rey egipcio, quien casi fue condenado para siempre. Se liberó del demonio del adulterio. El Señor quiere ayudarle a vivir civilizadamente entre los hombres, abandonando prácticas que le llevarán al sufrimiento eterno. Su vida puede cambiar ahora si ora al Todopoderoso y se reconcilia con Él. ¡Dios le concederá la salvación! Al alinearse con la Palabra de Dios, cualquier persona es lavada en la sangre derramada por Jesús. Quien crea recibirá el perdón de sus pecados, siendo completamente inocente (Colosenses 2.13-15). Actúe para recibir la purificación de sus pecados aceptando a Cristo como su Salvador. ¡No lo posponga, porque puede ser demasiado tarde!

        En Cristo, con amor,

        R. R. Soares