LA NECEDAD DEL INGRATO

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2024-05-13 03:00:00
Y diré a mi alma: ‘Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate.’”
San Lucas 12.19
A cierto ciudadano le iba bien en Israel, y su historia fue contada por el Señor Jesús en forma de parábola para enseñarnos importantes lecciones. La cosecha de su tierra había sido grande, y él estaba muy contento por eso. Pero como su corazón no entendía de qué se trataba, tomó una decisión por la que el propio Maestro lo llamó loco. ¡Cuántos están haciendo bien las cosas hoy, pero luego actúan de manera equivocada! ¡Que Dios nos ayude!
El hombre siguió los pasos para una buena siembra: aró la tierra y la abonó de la manera correcta, esperó el momento adecuado para plantar con la lluvia, y todo salió bien. Jesús no mencionó que el agricultor hubiera orado, pero una combinación de factores, o el propósito divino, hizo que su cosecha superara las expectativas. Sin embargo, la decisión de aquel hombre demostró que el temor de Dios no estaba en su corazón. Cometió un error, y nosotros también: ¡no caminamos con el Señor!
El agricultor comenzó a regocijarse cuando vio que la cosecha sería estupenda. Aunque conocía la ley de la siembra y la cosecha, es posible que su entendimiento no hubiera previsto semejante resultado. Note esto: sin la ayuda de Dios, no entenderemos por qué a veces fracasamos o salimos victoriosos, y ni siquiera prestaremos atención al hecho de que el Señor nos gobierna en todo. ¿Por qué no acudimos al Padre y tomamos las mejores decisiones? ¿En qué se equivocó ese hombre en lo que imaginó que haría?
Este agricultor tuvo que contratar a varios ayudantes para no perder la cosecha. Toda cosecha tiene un tiempo determinado para ser cosechada y almacenada, de lo contrario se perderá parte de ella. Una cosa es cierta: Dios quiere ayudarnos, pero nuestras mentes presuntuosas a veces piensan que no es necesario y creen que podemos caminar solos por las incertidumbres de la vida. Como resultado, algunos trabajan hasta morir, otros no tanto, pero si tenemos la dirección del Señor, conoceremos Su propósito y lo haremos bien.
Cuando empezaron a cosechar, el dueño de la tierra se dio cuenta de que el resultado de aquel año sería superior al de años anteriores. Emocionado, no dio gracias a Dios ni intentó ayudar a los necesitados o a las personas que le habían ayudado con mensajes y oraciones. En tiempos difíciles, la gente trata de oír de Dios la solución a sus problemas, pero en tiempos de prosperidad se olvida de Él. Así, vive a la ligera, ¡sin recordar que es mortal!
La declaración egoísta del agricultor mostraba lo vacío que estaba su espíritu: solo pensaba en sí mismo. Del mismo modo que él no valoraba a quien debía, hoy, muchas personas no reconocen el valor de la persona con la que se casaron y no disfrutan de una sana comunión conyugal. Para algunos, su pareja es alguien que les hace felices y les ha dado hijos, pero siguen deseando a otra persona. Esto se repite en muchos hogares.
Alguien que actúa así con su cónyuge, ¿reconoce la importancia de una vida, o cree que es irrelevante? ¿Será capaz de cambiar una persona así? Llegará la hora de la partida, y el que esté en el error oirá: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has guardado, ¿de quién será?” (S. Lucas 12.20). ¡Pobre vida la de la parábola contada por Jesús! De su boca no salió más que necedad. ¿Dónde pasarán la eternidad los que actúan con tanta ingratitud: en el Cielo o en el Infierno?
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Padre, Maestro y Consolador nuestro! A menudo actuamos como el hombre insensato de la parábola: solo nos acordamos de Ti en los momentos de adversidad. Cuando llega la prosperidad, también llega la vanidad. Así que tropezamos, caemos y no reaccionamos ante Ti, ¡la Verdad más pura!
Necesitamos buscarte, pero estamos fuera del camino de la felicidad. Nos parecemos más a la gente que no tiene semejantes y nos creemos superiores, pero, Señor, si seguimos así, ¡sólo expresaremos los ayes!
Permítenos saborear Tu amor. En nuestro camino, solo damos importancia a los bienes materiales, sin recordar que un día estaremos ante Ti en el tribunal de la eternidad. Entonces, ¿qué diremos ante ti? ¡Confesaremos nuestra imprudencia!