LA PALABRA QUE RESUELVE

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2025-08-16 03:00:00
Éste les respondió: «Así diréis a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: “No temas por las palabras que has oído, con las cuales han blasfemado contra mí los siervos del rey de Asiria.
2 Reyes 19.6
Cuando Dios nos da un ministerio, también nos capacita para llevarlo a cabo con la fuerza y la autoridad necesarias. Nadie debe intentar asumir un cargo si el Señor no le ha llamado a ello. Aunque esa persona tenga buenas intenciones, eso no bastará para que tenga éxito. Como ejemplo, mire el caso de los hijos del sumo sacerdote Esceva: Había siete hijos de un tal Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. (Hechos 19.14).
Estos jóvenes pensaron que bastaba con invocar el Nombre de Jesús para que demostrara que tenían tanto poder como Pablo para hacer la obra como él. Y así iban de pueblo en pueblo. Un día, sin embargo, ordenaron a un demonio que saliera conjurándolo por Jesús, a quien Pablo predicaba. El espíritu malo respondió: «A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois?» (Hechos 19.15b). Este incidente demostró que nadie puede pretender simplemente tener la unción divina.
Quien no hace la obra del Señor con total sumisión es avergonzado por el diablo. Mire lo que les pasó a los hijos del sacerdote, que intentaban hacerse pasar por hombres de Dios: «El hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.» (Hechos 19.16). El miedo se apoderó entonces de los habitantes de aquellas regiones. ¡Dios es fiel!
Senaquerib, rey de Asiria, el mayor imperio del mundo en aquellos días, derrotó a todas las naciones que invadió. Primero atacó a Israel, el reino del Norte, devastándolo. Luego se levantó contra Judá, y el diablo le hizo sentir que Judá sería la siguiente en ser aniquilada. Sabiendo que el reino del Sur estaba formado por solo dos tribus, el rey de Asiria tomó parte de su majestuoso ejército, pensando que saldría victorioso.
Sin embargo, el diablo le mintió. En Jerusalén, este terrible líder encontró a un rey que amaba la Verdad con todo su corazón, y eso marcó la diferencia; después de todo, Dios estaba con Su pueblo. Así que el rey Ezequías y el profeta Isaías se unieron en oración para enfrentarse al enemigo y derrotarlo, demostrando su amor por el Señor (2 Crónicas 32.20). Recuerde las palabras del Hijo: Respondió Jesús y le dijo: —El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. (S. Juan 14.23).
Puesto que el reino del Norte estaba en manos del maligno, debido al pecado que éste difundía en su medio con el apoyo de los gobernantes de allí, Dios no podía ayudarles, porque habían traspasado los límites de la tolerancia divina, tomados por la carne y la iniquidad. Así que el diablo llevó a los asirios a avanzar contra las diez tribus que se habían apartado de Dios, sin hacer nada bueno. ¡Samaria fue tomada y destruida!
En Jerusalén, la situación era diferente, porque el rey Ezequías temía a Dios y hacía lo que agradaba al Señor. Sin embargo, Senaquerib se exaltó con blasfemias y amenazas, y Ezequías clamó a Dios junto con Isaías. Fueron días difíciles, pero el Altísimo respondió que Ezequías no debía temer al rey asirio ni a sus siervos. Vino un ángel y mató al ejército contrario. ¡Gloria al Señor!
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Dios, nuestra Ayuda! Nadie imaginaba lo que le ocurriría al ejército de los asirios, que se decían invencibles. Esa noche, enviaste un solo ángel, que mató a los mejores soldados del enemigo. A la mañana siguiente, había 185.000 muertos. ¡Qué victoria!
No necesitamos temer las armas que usa Satanás para aterrorizarnos y hacernos creer que es victorioso, cuando en realidad Jesús lo derrotó, dejándolo en el pozo del Infierno con sus demonios. Esa es la gloriosa diferencia: ¡se acabó el reino del mal!
Sí, Señor, ¡la diferencia es enorme! Tenemos Tu amor y Tu poder para defendernos. El cetro de la maldad no volverá a dominarnos. Tú eres nuestro refugio y nuestra fortaleza. ¡En Ti tenemos todo lo que necesitamos para vivir una vida digna!