El Señor Jesús advirtió que solo quienes persistan en seguirlo hasta el fin serán salvos: «Seréis odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo.» (S. Mateo 10.22). Mencionó días terribles de lucha que Su Iglesia atravesará, cuando un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre hará lo mismo con su hijo, y los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán (S. Mateo 10.21). ¡Vele!

Más tarde, el Maestro habló de un período aterrador que precederá a Su venida; un tiempo que la humanidad jamás ha experimentado, cuando, debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará (S. Mateo 24.12). Afirmó que esto marcará el inicio de los dolores. En esos días, muchos cristianos serán odiados, perseguidos y asesinados. Habrá un gran caos mundial, pero el que persevere hasta el fin será salvo (S. Mateo 24.13). 

Judas, hermano de Jacobo, escribió su epístola para recordarnos lo que dijo Jesús. El Todopoderoso usó a este medio hermano de Jesús para advertirnos que aún no ha llegado el tiempo de la persecución final, la cual será contra quienes sirven a Cristo y lo aman con todo su corazón. Serán días de prueba para quienes esperan el regreso de Jesús. Los que se escandalicen y Lo abandonen no serán salvos.

Judas citó el ejemplo de los israelitas que fueron esclavos en Egipto y fueron liberados por Dios, comparándolos con los salvos en Cristo hoy. Sin embargo, advirtió que quienes, al ser perseguidos, abandonan su fe y siguen sus propios deseos, perecerán. Ahora bien, hay muchos falsos cristianos que, al escuchar la Buena Nueva, solo buscan beneficios, como la prosperidad y la salud completa. No cambian su estilo de vida ni su comportamiento; por lo tanto, se desvían de la fe genuina y permanecen entre los perdidos. ¡Esto es lamentable!

Es triste saber que muchos "candidatos" al Reino de los Cielos, al intentar usar el poder divino para su progreso personal y ver que no funciona de esa manera, abandonan su caminar con el Señor y vuelven a los senderos del pasado. La razón de esto la dio el apóstol Juan: «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestara que no todos son de nosotros.» (1 Juan 2.19).

Dios es fiel y cuidó bien de los israelitas, guardándolos de la ira del Faraón, protegiéndolos en el desierto y llevándolos en Sus brazos, como los padres llevan a sus bebés (Isaías 46.3). Sin embargo, muchos, sabiendo que al salir de Egipto tendrían que luchar para entrar en Canaán, incluso si Dios luchaba por ellos, no se contentaron con saber que irían a una buena tierra, llena de prosperidad y riqueza; pensaron que habría sido mejor permanecer como esclavos. Así, la mayoría se perdió.

Quienes no creyeron en Dios fueron destruidos durante los 40 años que peregrinación por el desierto, porque sus deseos no provenían del Señor, sino del diablo, a quien permitieron tentarlos. No hay nada peor que ver a tantas personas salvadas hoy tomando decisiones similares a las de aquellos israelitas. No verán la Luz divina brillar en sus vidas. El peligro reside en rebelarse contra el Camino trazado desde antes de la fundación del mundo para nuestra salvación.

En Cristo, con amor,

R. R. Soares