TESTIGOS DE DIOS
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2025-11-14 03:00:00
«Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios ni lo será después de mí.
Isaías 43.10
Ya en el Antiguo Testamento, cuando la gracia y la Verdad aún no estaban en el mundo, Dios nos llamó, dándonos dos títulos irrenunciables: somos Sus testigos y, al mismo tiempo, Sus siervos para nuestro propio beneficio. En el Señor, comprendemos todas las cosas y podemos creer que Él es quien dice ser: antes y después del Altísimo no habrá ningún dios. ¡El Padre es todo para los que creen en Él!
Vivimos en una época en la que el Misterio oculto durante milenios ha sido revelado. Por lo tanto, la voluntad del Señor ya no está oculta para quienes desean conocerla. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, quien nos conduce al Padre (S. Juan 14.6). El Evangelio no se puede comparar con ninguna religión. Jesús se reveló como el Autor de la creación sin disfraz, a plena luz. ¡Nunca menosprecie la Palabra de Dios comparándola con preceptos religiosos!
Las revelaciones de la Palabra nos hacen testigos del Señor y ministros de Su bondad esperanzadora (2 Corintios 3.6). Cristo nos confió la misma posición que Él recibió del Padre, al ser enviado para redimirnos y darnos ejemplo para que sigamos Sus pasos. Nuestra posición ante el destino de muchos es de gran responsabilidad. Si no obedecemos a Dios, seremos responsables de nuestra negligencia.
Somos siervos escogidos por Jesús para aprender a ejecutar el propósito divino, como Él mismo demostró: «Porque ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis.» (S. Juan 13.15). Es un mandamiento, no una opción, llevar a cabo la voluntad de Dios de la misma manera que Cristo la cumplió. Quienes creen en Su Palabra no deben actuar según sus propios pensamientos, sino según el ejemplo del Salvador.
Nuestra lucha es por la vida, no una guerra religiosa. No debemos condenar a nadie, sino ayudar a los perdidos a ser salvos. Esta es la meta más noble que podemos alcanzar; después de todo, el Padre no quiere que nadie perezca: «Y la voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda yo nada de todo lo que él me da, sino que lo resucite en el día final.» (S. Juan 6.39). La revelación viene a dignificar a todos, convenciéndolos de recibir a Jesús y librarse de la ira venidera.
El secreto del Evangelio debe ser conocido por todos. Es necesario que la gente comprenda por qué el Señor es el mismo: el Padre que planea y crea todas las cosas. Si Él nos ha ordenado como Sus testigos, no tenemos que suplicar por lo que es nuestro, sino tomar posesión de ello, usando el nombre de Jesús. Cuando ocupamos nuestro lugar en la Palabra, vemos las mismas obras de Cristo realizadas por nuestra determinación (S. Juan 14.12).
Dios no cambia; por lo tanto, cumplamos Sus mandamientos tal como están registrados en la Biblia, para que no seamos castigados por negligencia. Después de actuar como el Altísimo nos ha ordenado, no debemos retroceder ni un ápice, confesando que no es posible obedecerle.
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Señor de la obra! Queremos ser Tus testigos, proclamando Tu Palabra en todo momento. Somos lo mejor que tienes en esta vida, por eso nos postramos a Tus pies para agradecerte por esta misión. ¡Gracias por amarnos!
Fuimos elegidos como Tus siervos para mostrarle al mundo lo que significa nuestra decisión de servirte. Vivimos entre personas que aún no son Tus siervos, y esto nos causa mucho daño. Ayúdanos, Padre, ¡a mostrarles Tu voluntad!
Solo Tú eres Dios, y esto nos tranquiliza ante cualquier invento humano. Con el poder que nos has dado, podemos realizar las mismas obras, y el mundo se maravillará. ¡Somos Tuyos para amar a los perdidos y traerlos a Tu santa presencia!
