El fenómeno más grande nunca visto por el hombre ocurrirá cuando Jesús vuelva a la Tierra a buscarnos. En ese momento, con el aliento de Su boca, Él deshará al falso profeta, el inicuo. Hollywood no estaría en condiciones de realizar una película que mostrara lo que sucederá entonces, ni siquiera usando los mejores directores de cine. Cristo vendrá a asumir Su reinado eterno en la vida de los salvos. ¡Aleluya! 

El regreso de Jesús será tan grandioso que las personas se pasmarán ante tanto esplendor, deslumbradas por la magnitud de este acto, y los muertos resucitarán para este evento. Todos reconocerán el gigantesco poder divino. Aquel día, el Señor enjugará de nuestros ojos toda lágrima (Apocalipsis 21.4) que ruede por nuestro rostro por culpa de los problemas que nos desafían.

Los ejércitos de las naciones no se atreverán a mover un dedo para atacar al Rey de reyes. Los perdidos, que rechazaron la invitación divina, se arrepentirán y, a gritos, confesarán que Él es el Señor, pero será demasiado tarde. El llanto de los que negaron al Hijo de Dios como Salvador será impresionante. 

En un abrir y cerrar de ojos, la humanidad se dividirá en dos grupos (San Mateo 25.31-46): uno a la derecha del Maestro y el otro a la izquierda. El de la derecha recibirá la invitación del Señor a entrar y poseer el Reino preparado desde la creación del mundo. En cambio, el de la izquierda oirá la orden de marchar rumbo al fuego eterno, de donde nunca escapará. Procure reconciliarse con Dios mientras haya tiempo.

Los que no creyeron en la Palabra de Dios caerán en gran desesperación y, por eso, pedirán misericordia cuando las rodillas de todos se doblen. ¿Por qué no recibe el perdón ahora, si no hay ninguna posibilidad de que lo obtenga en el Gran Día? El que vaya al Juicio eterno será condenado. El día de ser transformado en hijo de Dios es hoy, porque en aquel Día glorioso no habrá oportunidad. ¡Aprovéchelo!

A la vuelta de Cristo, toda lengua confesará que Jesús es el Señor. El que persevere haciendo la voluntad divina será bienvenido al Reino de los Cielos, pero los que se resistieron a la invitación se retirarán al suplicio y ya nunca se oirá hablar de ellos. ¿Por qué correr el riesgo de la separación eterna si puede estar con Jesús para siempre? ¿Compensa intentarlo?

Nosotros iremos a la morada del Señor. Una vez que Cristo haya regresado, el diablo solo tendrá lugar en el lago que arderá con azufre y fuego. Por lo tanto, tome la mejor decisión de su vida, aceptando al Hijo de Dios como Salvador y Señor, y no sea avergonzado nunca más, ¡sino S A L V O!

 En Cristo, con amor, 

R. R. Soares