CADA UNO EN SU PUESTO

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2024-07-02 03:00:00

De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió.


San Juan 13.16

No importa dónde le haya puesto Dios en la congregación; si en primera línea, en el altar y en el liderazgo de la iglesia, o simplemente como miembro fiel y obediente. Si hay algún trabajo mayor para que haga, el Señor le mostrará dónde y cómo hacerlo. Haga la tarea que Él le ha encargado según sus fuerzas. Siendo el mejor Estratega del Universo, el Altísimo le dará recursos suficientes para que cumpla la misión. ¡Él es perfecto!

Nunca quiera dar consejos a Cristo, porque Él es Dios con el Padre y omnisapiente. En el principio, el Padre decía algo y el Hijo lo hacía, como registra la Sagrada Escritura: Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho (S. Juan 1.3). El Padre habló: Dijo Dios: Sea la luz. Y fue luz (Génesis 1.3). Jesús, en Su forma eterna, creó la luz. Era el comienzo del mundo material, que necesitaba luz y energía para vivir. ¡Todo se hizo con la máxima perfección!

Ningún siervo del Altísimo será igual al Hijo de Dios, pues a Cristo se le ha dado la primacía entre Sus hermanos: Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia. (Colosenses 1.18). Sin el Hijo no podemos hacer nada. Sin embargo, al ser enviados por Él a cualquier misión, estamos equipados y bien preparados para actuar en Su Nombre, ¡llevando a cabo lo mismo que Él haría si estuviera aquí!

Jesús es el Autor de nuestra fe, y todo comenzó con Su obediencia al Padre. Dios lo entregó para morir en nuestro lugar cuando aún estábamos condenados al tormento eterno. Cristo vino y realizó la obra perfecta de la salvación, cumpliendo así perfectamente la misión y aceptado por el Padre como único y suficiente Salvador. Hoy, gracias a Su sangre, el Padre nos recibe, nos perdona y nos santifica, haciéndonos irreprensibles.

El Maestro nos enseñó que debemos someternos a Su mano poderosa para llevarnos al nivel de siervos obedientes del Señor. Por eso hemos alcanzado una posición tan buena en el Hijo de Dios que ninguna condenación figura en nuestro expediente: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8.1). Este es nuestro lugar ante el Padre celestial y también ante el diablo.

Cuando nos humillamos, el Señor nos posiciona según Su plan para nuestras vidas. Por eso, siga la Palabra y será reconocido y elevado por Él: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo (1 Pedro 5.6). Reconozca al Señor como la máxima Autoridad sobre usted y nunca más será derrotado por ninguna fuerza infernal. ¡La Verdad siempre vence!

¿Qué tal consagrarse, arrepentirse de sus pecados y obtener todo lo que el Señor ha prometido a los que Le buscan? Entonces su vida cambiará por completo. Todo lo que tiene un valor inmenso para usted desaparecerá ante sus ojos, y las cosas nuevas y maravillosas que Dios ha soñado para usted le darán la verdadera alegría.

 

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Dios, nuestro Superior! Nunca seremos iguales a Ti, pero Tu Espíritu nos asegura que somos hermanos de Jesús. Él tiene la primacía, pues murió para salvarnos derramando Su sangre. ¡Le diste a Cristo todo el poder en el Cielo y en la Tierra!

Queremos comprender mejor la jerarquía divina para no equivocarnos nunca. Pero sabemos que el Maestro nos ha pedido que seamos uno Contigo, como lo es Él. Danos una dirección segura para que actuemos correctamente. ¡Te agradecemos Tus cuidados y Tu amor!

El hecho de que seamos Tus siervos nos satisface enormemente, pero nos llamas amigos. ¡Aleluya! Somos felices porque nos has salvado de la muerte eterna y nos has ungido con Tu Espíritu para que estemos en Tu presencia, ¡haciendo Tu voluntad!