EL TOQUE QUE CURA
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2025-01-01 03:00:00
Entonces tocó su mano y la fiebre la dejó; ella se levantó, y los servía.
San Mateo 8.15
La Biblia registra innumerables curas, incluso la resurrección de muertos por el toque de las manos del Salvador (S. Lucas 7.11-17). No podemos dejar que el diablo nos engañe diciendo que ellas no son para nuestro tiempo. Pero ¿cómo no hacerlo, si la Palabra dice que Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre? (Hebreos 13.8) Los prodigios de Dios deben suceder hoy a través del ministerio de Sus fieles, que creen en la resurrección de Cristo y nos llaman a terminar la obra santa (S. Juan 14.12).
Aquel día fue de grandes bendiciones. Después de ministrar en la sinagoga de la ciudad de Capernaúm, Jesús entró en casa de Pedro y vio a la suegra de Su discípulo con mucha fiebre. En vista de ello, probablemente el Maestro hizo un comentario sobre ella, que debe haber pasado desapercibido. Las palabras de Jesús hicieron que alguien le pidiera que la curara, y Él la bendijo. Cristo se inclinó hacia ella y reprendió la fiebre, que la abandonó (S. Lucas 4.39). Mateo dice que el Señor la tocó. ¡Crea usted también!
Al terminar el Sermón del Monte, considerado por muchos como la Constitución del Reino de Dios, un hombre cubierto de lepra corrió hacia el Salvador y se postró ante Él, diciendo: - Señor, si quieres, puedes limpiarme. (S. Mateo 8.2b). Al actuar así, no dejó que aquel hombre tuviera dudas sobre la voluntad de Dios para la humanidad: Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: —Quiero, sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. (v. 3). ¡Dios actúa!
Para Jesús, los demonios, las enfermedades y cualquier otro mal del cuerpo o de la mente tenían que ser echados fuera. Por eso pasó dos tercios de Su ministerio ayudando a las personas afligidas por los males del diablo. He aquí otro caso: Cristo iba a casa de Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, cuya hija se estaba muriendo. En esto, una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y tocó el borde de Su manto, (S. Mateo 9.20). ¡Ella creyó!
La Ley de Moisés prescribía que alguien que padeciera una enfermedad como la de aquella mujer no podía tocar a nadie que estuviera sano. Pero cuando oyó hablar del Salvador, comprendió que, si solo tocaba el borde de Su manto, quedaría curada. Cuando sintió la cura, se apartó y guardó silencio. Cristo preguntó quién Le había tocado, pero ella no dijo nada. Cuando Él insistió, ella Le contó la verdad. ¡Tocar a Jesús trae sanación y liberación!
Un día, Jesús reunió a Pedro, Santiago y Juan, y fueron a un monte alto. Allí, Cristo se transfiguró ante ellos. Parecía el paraíso, así que Pedro sugirió que, si el Maestro quisiera, podía hacer tres enramadas: una para Él, otra para Moisés y otra para Elías. Una nube brillante los cubrió, y se oyó una voz del Cielo que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd». Ellos se prostraron sobre sus rostros y sintieron gran temor. Jesús los tocó y les dijo que no tuvieran miedo (S. Mateo 17.2-7). ¡Qué momento tan especial!
Mateo habla también de dos ciegos que siguieron a Jesús clamando misericordia, pero no fueron atendidos inmediatamente. Así que, como continuaron siguiéndole, y la fe de ellos crecía: Al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: —¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: —Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: —Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: —Mirad que nadie lo sepa. (S. Mateo 9.28-30) ¡Dios le invita a ser feliz!
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Señor de los toques santos! Con Jesús, todo es fácil y posible. Solo tenemos que creer en Él para que tengamos éxito. En efecto, de Ti no vendrá nada difícil de hacer. Tus palabras nos reconfortan y nos dan la certeza de nuestra posición en Ti.
Tu amor pagó el precio necesario para que fuéramos curados, liberados y salvados. Por eso, en Tu presencia, Te damos gracias por todo. Tú nos amas y nos ayudas en todo momento, ¡haciendo maravillas en medio de nosotros!
Padre, toca nuestras almas, y esto nos hará personas felices y completamente diferentes de lo que hemos sido hasta ahora. A Ti elevamos nuestra voz en grito y adoración. Tú eres nuestra esperanza y plenitud. En Ti hay plenitud de alegría. Te amamos.