El imprudente vive confundido, por lo que debemos predicar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo (2 Timoteo 4.1-2). Los que caen en manos del diablo consideran correcto practicar lo que las Escrituras condenan. Según ellos, son buenas prácticas y son muy útiles. ¡Esto es mentira! Solo la Palabra de Dios es pura, sin contaminación alguna. ¿Por qué los perdidos no pueden liberarse? Pues porque sin Jesús no pueden hacer nada (S. Juan 15.5).

La Biblia advierte que una vez que el diablo ha obtenido una victoria en su vida, hará lo que quiera a partir de entonces: Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. (Salmo 42.7). Por eso, no se deje vencer nunca por las tentaciones, pues de lo contrario tropezará en todas las trampas que ponga el enemigo en su camino. Incluso una mirada no reprendida, por ejemplo, puede llevarle al adulterio (2 Samuel 11).

Desde el momento en que una persona se abre al maligno, empieza a pensar y actuar de forma diferente. He oído de padres cristianos que les dicen a sus hijas que se busquen novio, se besen y tengan intimidad hasta con los primos. La excusa es que necesitan “aprender sobre la vida”. ¿Le sorprende? Si los santos pueden hacer esto, ¡imagínese los perdidos! El mayor ejemplo es lo que hicieron los habitantes de Judá, descendientes de David: ¡arrojar a sus bebés al fuego para que tuvieran buenas cosechas!

¿Qué podemos decir de los casos incestuosos que se siguen dando hoy en día? Cualquiera que actúe así irá a la perdición eterna, porque no respeta la Palabra del Señor (Levíticos 18.6-19; 20.11,17-21). Lea estos versículos y medítelos, para que el diablo no le engañe con el falso mensaje de que Dios no es tan severo. Si usted está viviendo en pecado, aún está a tiempo de arrepentirse, confesar su error y hacer lo correcto. ¡Aproveche esta oportunidad!

Baal era el dios de la promiscuidad, y su culto prosperaba dondequiera que había seguidores. Jehová es una palabra hebrea que significa Señor, y el culto a Dios estaba impregnado de santidad, razón por la cual superaba al de Baal. Entienda: las personas en pecado son espiritualmente ciegas; por lo tanto, no les importa saber que su futuro será en el lago de fuego y azufre. Ellas creen que podrán arreglárselas (Apocalipsis 21.8).

No juegue con el Señor, como hizo el pueblo de Judá, que acabó cayendo en el engaño. El pecado los ciega hasta el punto de que los que fueron sacados de Egipto ni siquiera se preocuparon por el milagro de Dios en sus vidas y cometieron todo tipo de perversiones, como los sacrificios a diferentes dioses. Era como si la gente estuviera dopada con las drogas del Infierno. Si hay pecado físico o pecado en su corazón, ¡arrepiéntase ahora!

Jeremías tuvo que predicar duramente a todos, y hasta los ancianos del pueblo y los sacerdotes lo admitieron. Quien no condena el pecado, ¡lo aprueba con el silencio!  Eso sí que es negar al Señor y decretar la propia muerte eterna. Jeremías pagó un alto precio por decir la verdad. ¡Pero vale la pena ser un santo!

        En Cristo, con amor,

        R. R. Soares