LA CONFESIÓN QUE AYUDA

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2025-01-23 03:00:00

Tuyo es el brazo potente; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.


Salmo 89.13

Muchos de los hijos de Dios nunca han hecho una confesión nacida en el corazón del Padre para darles vigor, por lo que no pueden vencer las simples tentaciones del enemigo. Los que no meditan en las declaraciones bíblicas son pobres en poder, débiles en decisiones y faltos de vigor. Por eso, comer el Pan de Vida, Jesús (S. Juan 6.48), es bueno para el pueblo santo y lo lleva a la victoria. No se deje engañar; si es indiferente a la Palabra, el Señor no podrá ayudarle. ¡Crea y pida ayuda!

La declaración de Etán en el versículo no fue hecha por cortesía o sin intención, sino por revelación del Cielo, para que el pueblo de Dios tuviera lo mejor y superara las crisis que vendrían (Isaías 1.19). Dios es el Señor de la Iglesia, por eso es necesario que sea fuerte. El Altísimo nos asegura: Invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás.» (Salmo 50.15). Muchos no glorifican al Todopoderoso ni le invocan en el día de la angustia, ¡por eso no son librados!

El Señor nos habla claramente para que le tomemos en serio: «Invócame en el día de la angustia», el día del dolor, del caos, cuando todo parece ir mal. Él se compromete a liberar a quien le invoque. Ante esto, nunca se quede callado, ni se avergüence de su familia, de sus amigos o de la gente que está a su lado, porque Dios se complace en liberarlos. Declare sus necesidades con fe, ¡orando al Padre de todo corazón!

David conocía esta receta y la utilizaba cuando estaba en apuros: Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos. (Salmo 18.3). No le importaba dónde sería la batalla ni contra quién, ni si sus enemigos tenían poder para destruirle. Sus adversarios no tenían ese tipo de fe, y aunque le imitaran, el Señor no les ayudaría. Dios es su Fuerza, y Él nunca pierde una batalla.

        David nos mostró su audacia cuando habló de las fuerzas del Infierno que lo rodeaban: Me rodearon los lazos de la muerte y los torrentes de la destrucción me atemorizaron. Los lazos del seol me han rodeado, me tendieron redes de muerte. (Salmo 18.4-5). ¿Y qué hizo Dios? Exactamente lo que siempre ha enseñado. Así que tenemos que aprender a hacer la obra de Dios; de lo contrario, mañana el mal podría instalarse en nuestra casa. Pero si obedecemos al Señor, ¡derrotaremos a nuestros adversarios! 

        Nunca podremos enseñar a los demás, olvidándonos de actuar según las enseñanzas del Altísimo. Con el Señor, venceremos siempre al reino de las tinieblas. El salmista decía: En mi angustia invoqué a Jehová y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su Templo y mi clamor llegó hasta sus oídos. (Salmo 18.6). Él invocó al Señor y clamó a su Dios con voz fuerte y firme, y fue escuchado por el Todopoderoso. ¡Actúe así!

           David declaró que Dios tiene un brazo fuerte, inquebrantable, pero capaz de romper el brazo del maligno. El Omnipotente es poderoso para abrir el mar, si es necesario, y darle la victoria. Su brazo siempre vencerá y estará a su disposición. La mano del Altísimo, Su poder, no es como la del enemigo, que es débil e impotente. La mano de Dios sostiene el mundo entero y nunca tiembla. ¡La diestra del Señor es el conjunto de fuerzas que hay que emplear y levantar!

 

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares

La Oración de Hoy

¡Señor del brazo y de la mano invencible! Cuando necesitemos vencer la enfermedad y cualquier pecado, sabremos cómo actuar: ¡Te invocaremos, pues Tú eres digno, y exaltaremos Tu Nombre, clamaremos a Ti y seremos librados del mal!

Ya no seremos como los religiosos, recitando las declaraciones de los hombres. Confiaremos en que Tu Palabra es la Verdad, lucharemos contra lo que venga contra nosotros y triunfaremos, usando Tu precioso Nombre, ¡guiados por Tu maravilloso Espíritu!

Te damos gracias porque tienes un brazo poderoso, puesto a nuestra disposición. Tu mano es suficientemente poderosa para sostenernos y protegernos. En Tu Nombre, salimos ahora hacia las embestidas del enemigo y declaramos la victoria sobre ellas. A Ti te decimos: «¡Gracias!».