LA INUTILIDAD DEL PROPIO OBJETIVO

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2024-07-26 03:00:00

¡Ay de los que se esconden de Jehová encubriendo sus planes, y sus obras las hacen en tinieblas, y dicen: «¿Quién nos ve, y quién nos conoce?»


Isaías 29.15

¿Por qué fui llamado a la fe en Cristo? Esta debería ser la pregunta de quienes asisten a los cultos de las iglesias evangélicas. Ahora bien, muchos han alcanzado la posición más alta de los seres humanos en este mundo, pero probablemente no están logrando cumplir lo que Dios quiere hacer en ellos y por ellos, y eso es terrible. ¿Quién no quiere llegar a ser una bendición, especialmente para sí mismo y, si lo logra, también para su prójimo?

Incluso los más santos están incluidos en esta revelación de Isaías, que dice que los planes humanos los apartan de la presencia de Dios. De hecho, no se dan cuenta de que intentan ocultar al Señor lo que anhelan. La falta de entrega total al Señor permite que una persona tenga sus propios objetivos, lo que hace que sacrifique su alma. Quien no se inclina ante las Sagradas Escrituras, ciertamente nunca se abrirá al Padre de las luces, sino que vivirá en una peligrosa oscuridad.

Abrir nuestro corazón a Dios nos hará darnos cuenta de la importancia de tener y guardar los mandamientos y, así, amarle y ser amados por Él (S. Juan 14.21-23). Necesitamos la Luz verdadera y poderosa, capaz de revelarnos lo carnales y egoístas que somos. El Señor nos ha llamado a tener vida, y vida en abundancia (S. Juan 10.10), pero el engaño de las riquezas, los afanes de este siglo y otras ambiciones nos mantienen atados y engañados (S. Marcos 4.19). Necesitamos ir a la Luz para conocernos a nosotros mismos.

En la Iglesia, no podemos pertenecer a grupos que se engañan a sí mismos y, por tanto, no se realizan. La salida de nuestros errores es sencilla y está ante nosotros, como aconsejó el Maestro: Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (S. Mateo 6.33). Creyendo en la revelación de la Biblia, por medio del Espíritu Santo, complaceremos al Padre celestial.

Sea honesto consigo mismo, hágase esta pregunta y la respuesta vendrá de Dios: ¿cuál es el enfoque de su vida? ¿Ha estado tratando de esconder su propósito de la omnisciencia de Dios en lo más profundo de su corazón? Eso está mal. Tiene que contárselo al Señor, porque si sigue teniendo esos deseos ocultos, pronto lo necesitará como Amparo, Fortaleza y pronto Auxilio (Salmo 46.1), pero no lo encontrará (Salmo 66.18).

Tenga en cuenta lo siguiente: Dios tiene presciencia, omnisciencia; es Omnipresente y Omnipotente. Ante esta verdad, cuéntele lo que pasa en su alma y pídale que le ayude a despojarse de estas cosas y a ser un siervo fiel. Entonces, cuando lo haga, se dará cuenta de lo engañado que estaba. El Señor le ve por lo que realmente es; si está creyendo una mentira, vistiendo hermosas ropas que en realidad son feas e inadecuadas. ¡Es necesario revestirse del Altísimo!

Cuando planea, se engaña a sí mismo, pero cuando cree en la Palabra de Dios, se libera de las acciones de las fuerzas de las tinieblas. Dios le conoce mejor que usted mismo, así que deje que el Espíritu Santo le guíe a toda la Verdad y entonces será usado por el Señor y guiado a hacer Su voluntad. ¡No hay felicidad fuera del plan celestial para su vida!

 

En Cristo, con amor,

 

R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Dios de nuestras vidas! Es maravilloso rendirse a Ti, conformarse a Tu voluntad y dejarte crecer dentro de nosotros. Te agradecemos que nos permitas conocerte y entregarnos a Ti. ¡Ayúdanos, oh Altísimo, a actuar solo según Tu voluntad!

Queremos rendirnos a Ti de la misma manera que nuestros hermanos se rindieron en tiempos de crisis y fueron dirigidos a hacer algo grande para Tu obra. Estos son tiempos difíciles, tiempos de tentación y sufrimiento, ¡pero queremos entrar en Tu refrigerio!

        Aquí estamos, entregándonos a Tu propósito. Aparta los deseos de nuestra carne y muéstranos lo bueno que es actuar según Tus planes. Tu presciencia y Tu Espíritu nos ayudan a vivir lo mejor de nuestra fe en Cristo. ¡Gracias, Señor!