LA PROTECCIÓN DE JUDÁ LE FUE RETIRADA

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2024-07-19 03:00:00

Y desvaneceré el consejo de Judá y de Jerusalén en este lugar. Los haré caer a espada delante de sus enemigos y en las manos de los que buscan sus vidas. Daré sus cuerpos para comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.


Jeremías 19.7

Las autoridades de Judá hicieron planes para rechazar la embestida babilónica contra el país, y el Señor se encargó de disipar este consejo, pues la capital, Jerusalén, y sus alrededores caerían con la llegada del ejército babilónico. Actuaron tontamente, sin recordar el frente de naciones que había venido contra ellos en los días de Josafat. En aquella ocasión, el rey había convocado al pueblo en Jerusalén para pedir misericordia a Dios. ¡Ellos fueron y suplicaron al Señor!

Cuando la amenaza es grande y la fuerza que resiste pequeña, es mejor pedir ayuda a Dios, y Él responderá de acuerdo con la fe empleada. En los días de Josafat, mientras el pueblo ayunaba y oraba al Altísimo para que les ayudara, Jahaziel los amonestó para que no escucharan la amenaza, no la temieran y no se asustaran por la multitud que vendría contra ellos. Al fin y al cabo, la batalla ya no era suya, sino de Dios (2 Crónicas 20.15). ¡Y nuestra también!

Después de escuchar el mensaje del Todopoderoso a través de Jeremías, el pueblo se dio cuenta de la gravedad de la situación, pero no se volvió a la fe en el Señor, y el mensaje fue lo contrario de lo que recibió el pueblo de la época de Josafat. Los israelitas sabían que el Todopoderoso desbarataría sus planes, por lo que el ejército babilónico no encontraría nada que los detuviera. ¿Qué valor tendrían ahora los consejos de Judá y Jerusalén? Los planes de los hombres no permanecen, ¡solo los de Dios!

Jeremías señaló el lugar exacto por donde entrarían los babilonios para poder derrotarlos, porque el Señor no ayudaría a Su pueblo. ¡Triste día! Pero ni siquiera así los hijos de Israel se dieron cuenta de su transgresión, ni se reunieron bajo la guardia de la fe en Dios. Cuántas veces nos ha sucedido lo mismo: ¡hacemos lo que no debemos con las promesas del Altísimo! Reflexione y descubra en qué promesa de las Escrituras ha estado creyendo o invocando últimamente. ¿Está viviendo en Cristo?

¿Cómo podían los israelitas idear estrategias para detener los ataques babilónicos contra la nación si estaban lejos del Altísimo? Sin Jesús, no podemos hacer nada (S. Juan 15.5). El rey David habló de ellos: Por cierto, sólo un soplo son los hijos de los hombres, una mentira son los hijos de los poderosos; pesándolos a todos por igual en la balanza, serán menos que nada. (Salmo 62.9). ¡Conviértase!

El mensaje de Jeremías era claro, pero no le hicieron caso: En este lugar, y haré que caigan a espada ante sus enemigos. Les faltó un hombre de Dios con vigor y voluntad para seguir adelante y mostrarles que el problema estaba en ellos mismos: estaban en pecado y no tenían intención de arrepentirse; si lo hacían, el Señor anularía los planes de sus enemigos. Desafortunadamente, ¡los babilonios los destruyeron!

Tal como dijo el profeta, sucedió, y los cadáveres de los rebeldes fueron entregados a las aves del cielo y a las bestias de la tierra. Perciba el significado de la voz del Señor para usted, que no es de condena, sino de vida. Confiese a Dios sus desviaciones, arrepiéntase de ellas y vuelva a la comunión con Él (1 S. Juan 1.9).

 

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Dios del triste fin de los necios! Confesamos nuestra deslealtad y nuestras mentiras, y Te pedimos perdón y al Consolador para que nos dé el fin prometido: la salvación eterna. No queremos servir al enemigo, ¡sino a Ti!

Ayúdanos a no hacer planes para resistir a Tu Espíritu, y así estaremos bajo Tu protección. Disipa el consejo del enemigo, quítale el poder de su espada, para que nunca caigamos ante el poder del maligno. ¡Nos postramos ante Ti, Padre amado y verdadero!

Los malvados buscan nuestra vida y no la encontrarán, porque está oculta en Ti, custodiada por los poderes celestiales. ¡Te estamos agradecidos por ello! Renueva Tu unción sobre nosotros y entonces, perdonados, volveremos a hacer Tu santa y poderosa obra. ¡Ayúdanos!