LA VERDAD JUSTIFICA

COMPARTILHE

2025-04-07 03:00:00

 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.»


San Lucas 18.14

En una de Sus parábolas, Jesús explicó la justificación relatando un caso que tuvo lugar entre dos individuos que creían amar a Dios y estaban orando. Estos hombres estaban en el mismo lugar, pero tenían propósitos diferentes en la oración. Desafortunadamente, muchas personas no están atentas y se inclinan por prácticas equivocadas, especialmente cuando claman. Ahora bien, antes de comenzar a orar correctamente, ¡debemos consultar la Palabra para ver si estamos actuando de manera equivocada o no!

Algunas personas oran para mostrarse espirituales, pero en realidad buscan algo lucrativo con su acto. ¿Por qué hacen esto? Parecen santos y fieles a Dios, pero vemos casos de verdaderos fariseos entre nosotros. ¿Por qué algunas personas ceden a la tentación incluso cuando están orando? ¿Seguramente no saben que el Todopoderoso sabe todo lo que sucede? (1 Crónicas 28.9).

Muchas personas actúan como locos, sin importarles nada. La gente persigue el dinero y hace todo lo posible por conseguir el máximo posible. Para ello, algunos mienten, lloran y juran por cualquier cosa, hasta que consiguen engañar a alguien. Se complacen en engañar a los demás. ¿Cómo se presentará ante el Juez de la eternidad en el Día del Juicio Final? (1 Tesalonicenses 4.6).

De los dos hombres que oraban a la misma hora y en el mismo lugar, según el relato del Maestro, descubrimos que tenían necesidades y deseos diferentes. El primero oraba como un fariseo moderno: El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano. (S. Lucas 18.11). Se llamaba a sí mismo irreprochable, pero Dios no lo veía así.

El otro era recaudador de impuestos y, por el Espíritu del Señor, tenía la convicción de que había pecado, para poder convertirse al bien: Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador.” (S. Lucas 18.13). Lo más importante es quién dice Dios que somos, no cómo nos sentimos al respecto o lo que pensamos que podemos conseguir, porque el Señor garantiza nuestra victoria: ¡ser justificados!

Las personas ganarían más del Padre celestial si permitieran que las dirijas por el camino correcto y hacer Su voluntad. Estamos en una especie de prueba para saber si iremos o no al Reino de los Cielos. Quien no va al reino del amor divino irá ciertamente al reino del mal (S. Juan 3.36). Este solo hecho debería hacer que todos busquen la ayuda del Señor, obedeciendo Su Palabra. ¡Tenga cuidado ahora!

Nuestro trabajo tendrá éxito cuando consigamos llevar a la gente a los pies de Jesús, y nuestro corazón se alegrará cuando demos a Dios el fruto deseado. ¡Él nos envía a proclamar el conocimiento de la salvación en Cristo a todos!

 

        En Cristo, con amor,

 

        R. R. Soares


La Oración de Hoy

¡Señor que respondes a nuestras oraciones! Tú estás atento a lo que Te decimos y también al demonio. Cuando confesamos nuestros pecados y Tú nos perdonas, ¡el enemigo comprende que su dominio sobre nosotros ha terminado y que estamos liberados del mal!

No queremos enaltecernos en absoluto, sino glorificarte en todo. Si hacemos el bien a alguien, es para engrandecerte. La gloria de algo bueno que hemos hecho es para Ti; después de todo, ¡qué seríamos si no fuera por Tu misericordia y Tu piedad!

Te pedimos la capacidad de humillarnos para que, a su debido tiempo, puedas exaltarnos por el bien de nuestro prójimo. Te suplicamos Tu amor y consideración, para que podamos actuar en Tu nombre y señalar la solución a quienes la necesitan. ¡Úsanos para liberar a los oprimidos!