Dios nos ha dado una visión de la Nueva Jerusalén, mostrándonos cómo será la capital de Su Reino. El solo hecho de leer su descripción nos emociona. El Señor utilizó palabras sencillas, en un lenguaje comprensible para la gente de aquel tiempo. Ahora, con el progreso de la ciencia en la multiplicación, prevista por el profeta Daniel, veremos la exuberante belleza que aún no comprendemos (Daniel 12.4). ¡Creemos en Dios!

Según el versículo, los perros, los que se entregan a los espíritus malignos para cometer iniquidades, serán excluidos del Reino de los Cielos. Las Escrituras advierten que esto está prohibido. Estos espíritus se esfuerzan por destruir a la humanidad, porque fue creada a imagen y semejanza del Altísimo. Los salvados, en cambio, que tienen una relación con el Dios eterno, el único Señor, nunca serán oprimidos por las fuerzas del reino de las tinieblas. ¡En Cristo somos verdaderamente libres!

Los hechiceros son utilizados por Satanás para causar daño a las personas, colaborando en el vano intento del Infierno de desbaratar el plan del Altísimo para ellas. Con el pecado de Adán en el Edén, el enemigo frustró el deseo de Dios de tener a alguien que fuera como Él aquí en la Tierra. Sin embargo, esto ya ha sido resuelto cuando el Padre celestial envió a Su Hijo para dar Su vida y redimirnos (Romanos 5.17-19). Quien practica la brujería provoca al Señor (Gálatas 5.19-21).

El ser humanos fue hecho para ser uno con Dios, pero en la primera prueba fracasó. Jesús fue a la casa del diablo y lo despojó de la autoridad robada al hombre. Por eso, quien oiga la Palabra sobre su posición obtenida en Cristo sobre el maligno y crea, saldrá victorioso en las batallas (S. Lucas 10.19). Nuestro cuerpo no es para prostituirlo, sino para que el Señor habite en él (1 Corintios 6.13-18). Quien se prostituye peca contra el propósito de Dios. ¡Crea y viva!

¿Con qué derecho alguien le quita la vida a otro? Los asesinos pertenecen al grupo de los que no pueden entrar en la Nueva Jerusalén, porque ésta solo está reservada a los que han nacido de nuevo (S. Juan 3.3). A los que destruyen los sueños, los deseos y las posibilidades de las personas, enseñándoles que no valen nada, les da igual seguir vivos o morir. De hecho, ¡esa es la voluntad del enemigo!

Fabricar, vender o poseer un ídolo le convierte en un ser dominado por el espíritu impuro. Él inventa leyendas para justificar la idolatría y oprime a quienes le dan crédito. El Señor prohíbe terminantemente la adoración de estos «muñecos» de madera, yeso o cualquier otro material. Solo podemos adorar a Dios en la belleza de Su santidad (S. Mateo 4.8-10). Esto nos apoya para que rechacemos cualquier oferta del enemigo y no involucrarnos con estas prácticas que nos atrapan en sus manos (Salmo 115.1-13).

Jesús dijo que Él es la Verdad y que debemos amarle: tener y guardar Sus mandamientos. Quien cumple este requisito experimenta el amor de Dios. El Maestro enseñó:  El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. (S. Juan 14.21). ¡El Señor le amará!

        En Cristo, con amor,

R. R. Soares