NO ENTRE NI VAYA
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2025-01-06 03:00:00
No entres en la vereda de los impíos ni vayas por el camino de los malos.
Proverbios 4.14
Se nos prohíbe entrar en la vereda de los impíos. Si desobedecemos este mandamiento, nos acompañarán los espíritus malignos, y ése será el fin de nuestra comunión con Dios. Los caminos del pecado son trampas tendidas para atrapar a los incautos, y lo que viene después es la muerte. La Palabra del Señor declara exactamente eso: Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte. (Proverbios 14.12). Quien quiera ser feliz aquí y en la eternidad debe seguir a Jesús (Juan 10.9).
Cuando el diablo se apodera de una persona, hace que deje de caminar con Cristo y la conduce a las profundidades de la perdición. Mire cómo la mujer adúltera, mencionada en el capítulo 5 de Proverbios, condujo al joven descerebrado a la muerte: Los labios de la mujer extraña destilan miel y su paladar es más suave que el aceite, pero su final es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. (Proverbios 5.3-4). Seguirla fue el fin del necio. ¡Persevere en la Palabra!
El Altísimo que todo lo ve sabe cómo el demonio prepara a una persona para destruirla. El deseo del maligno es alejarlos de su felicidad en el Cielo y llevarlos al abismo eterno. Quien caiga allí, dentro de billones de años multiplicado por billones de años, seguirá cayendo en el lago de fuego y azufre. Los que caigan allí no tendrán ni un solo segundo de paz (Apocalipsis 20.10-15; 21.8). ¡Evite este destino!
El joven descrito en el capítulo 7 de Proverbios también siguió a la mujer extraña, hasta que fue herido de muerte, y no hubo cura ni mejoría para él: Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero o como va el necio a prisión para ser castigado; (Proverbios 7.22). No tenía ni idea de que aquel sería su día de sufrimiento: Como el ave que se arroja contra la red, sin saber que va a perder la vida hasta que la saeta traspasa su corazón. (Proverbios 7.23). ¡Guarde la advertencia y sea feliz!
La vereda de los impíos es la puerta ancha, de la que habló Jesús: Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; (S. Mateo 7.13). Esta puerta es suficientemente ancha para todos aquellos cuya vida no se ajusta a los principios trazados por el Creador. Los que se aventuran por ella sienten al principio alegría mundana, pero al final se dan cuenta de que fue un error fatal. ¡Cuidado!
La mujer que salió al encuentro del muchacho, con atavío de ramera y astucia en el corazón (Proverbios 7.10), representa la doctrina infernal que se ha extendido por todo el mundo y cada día aumenta sus propuestas. Esto durará hasta que Jesús vuelva a la tierra, y entonces vendrá el fin de todas las cosas. Pobres son los seguidores de estas ideas, pues el camino no tiene retorno: Al punto se marchó tras ella, como va el buey al degolladero o como va el necio a prisión para ser castigado; (Proverbios 7.22). Aún está a tiempo, ¡ore y vuelva a Dios!
¿Por qué seguir a los impíos cuando se puede recorrer el Camino que conduce al Cielo? Este fue abierto por Cristo a través del velo, Su propia carne: Por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne. (Hebreos 10.20). El Salvador pagó el precio de nuestra redención, para que pudiéramos ser redimidos de la carne, con sus concupiscencias, y del reino de las tinieblas. ¡Despierte! La noche está avanzada y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz. (Romanos 13.12).
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Señor, Padre eterno! Tú nos adviertes que no entremos en las veredas de los impíos, pues no saldremos solos de las guaridas del mal, del peligro y de la aflicción. ¡Quien Te ama será preservado!
¿Por qué hemos de escuchar la filosofía del Infierno, que, con sus diabólicos encantos, no se cansará de buscar y encontrar necios que la sigan? Descenderán a lo más bajo del reino de las tinieblas y de la muerte. ¡Misericordia, Dios!
Te agradecemos que nos mandes a no andar por las veredas de los impíos, que viven bajo el manto del enemigo, haciendo maldades, destruyendo la pureza de los jóvenes, enviando su manto de maldad y sufrimiento y corrompiendo incluso a los más firmes en la Verdad. ¡Libéralos!