PEDRO EN LA AZOTEA

COMPARTILHE
2025-03-08 03:00:00
Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta.
Hechos 10.9
El día siguiente reservaba muchas buenas sorpresas a Pedro y, después, a Cornelio, el conocido capitán romano que más tarde se convertiría. La certeza de esta conversión pudo verse cuando respondió afirmativamente a los toques del poder del Señor: Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada «la Italiana», piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios. (Hechos 10.1-2).
Este capitán no estaba lejos del Reino de Dios, porque oraba a Él y no a los dioses de la religión del Imperio Romano. Cornelio debe haber quedado encantado ante la historia de los israelitas, que, a pesar de ser uno de los pueblos más diminutos del mundo, sobrevivieron a la maldad de las naciones de siglos anteriores y nunca abandonaron su fe en la Fortaleza de Jacob. Ciertamente, podría haber sido castigado por traición por los grandes de Roma, ¡pero creyó y vivió!
Aunque sabía poco de la voluntad de Dios, el centurión vio a un ángel que le dio la bienvenida al Evangelio, la Ley Perfecta de la Libertad. El enviado celestial respetó sus límites y no le dio más información. Después de todo, la prédica de la Verdad se le había confiado a hombres elegidos, santificados, ungidos y enviados por el Padre con esta misión (Hechos 10.3-6). El ángel le ordenó que enviara a algunos de sus soldados a Jope para invitar a Pedro a hablar del maravilloso amor de Dios.
Sin saber lo que el Señor había preparado para el aumento de Su Reino, ni de los soldados que lo estarían buscando, Pedro salió a la terraza de la casa donde se hospedaba, mientras le preparaban la comida, para orar a Dios. Esto nos sirve de lección: los momentos de saciar el hambre física y el hambre espiritual deben ser separados. De nada serviría ver cómo le preparaban la comida, porque el alimento del Cielo llegaría de otra manera.
Mientras oraba, el apóstol tuvo un arrebatamiento de sentidos y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo hasta la tierra. En este había toda clase de animales considerados no aptos para el consumo judío. Pero Pedro oyó una voz del Cielo que le decía que los matara y se los comiera. Es bueno oír al Señor hablar de las cosas que ha preparado; si le obedecemos, tendremos éxito. Servir al Padre sin interés material es una gran decisión.
Cuando Pedro oyó al Señor, le dijo que no comería ninguno de aquellos animales, porque la Ley de Moisés lo prohibía. Mostró su amor a Dios, y el Padre le demostró que lo amaba declarando que aquello era pasado; pues, solo quedaban cuatro puntos de la Ley: Que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; si os guardáis de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien.» (Hechos 15.29). ¡Crea y viva!
El Señor le ordenó que no tratara de manera común lo que había sido purificado. Dios ya estaba diciendo que los gentiles estaban purificados (Hechos 10.10-16). La revelación es para nosotros, porque tenemos prejuicios contra los perdidos y los condenamos al fuego eterno. Si continúan en el pecado, se perderán para siempre, pero tenemos que convertirlos a la Verdad (1 Corintios 6.9-11).
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Dios de amor perfecto! Tu Hijo fue al Calvario para pagar la cuenta de todos los pecadores, sin importarle la gravedad de las transgresiones. Una vez que recibieron a Jesús como Señor y Salvador, quedaron libres gracias al sufrimiento de Cristo. ¡Aleluya!
No debemos excluir a nadie de la Verdad, sino más bien, con amor y sabiduría, mostrar que la persona es libre si cree en Jesús. Toda iniquidad lleva en sí un demonio que destruye a los que se entregan a las malas prácticas.
Debemos proclamar siempre la Verdad, porque libera. Debemos darles a los impíos la oportunidad de redimirse. Esto es lo que Pablo le dijo a los corintios en su primera carta. Oh Padre, ayúdanos a llegar a los que consideramos perdidos. ¡Danos sabiduría, fuerza y amor!