PERFECTO PARA SIEMPRE

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2025-02-14 03:00:00

La Ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, constituye al Hijo, hecho perfecto para siempre.


Hebreos 7.28

Vamos a estudiar acerca del Hijo de Dios, que vino a salvarnos, ser nuestro Salvador, Sumo Sacerdote y Pastor. Él nos prometió: Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» ¡Amén! (S. Mateo 28.20b); luego, nunca nos abandonará. El Señor no es como los sacerdotes del pasado, cuya misión era interceder por los que acudían a ellos. El Sumo Sacerdote intercede por los que Le buscan y por los demás hombres, para que escuchen la Palabra y se salven.

Los sacerdotes del pasado eran débiles en sí mismos, pero Jesús es la perfección en fuerza y santidad, porque nunca conoció el pecado. Él creó todas las cosas, cumpliendo la determinación del Padre. Puesto que el Salvador nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre (Apocalipsis 1.6), tenemos la obligación de reinar, obedeciendo Su voluntad. El Señor nos hizo a Su imagen y semejanza (Génesis 1.26-27).

No podemos condenar la Ley de Moisés por haber llamado a hombres imperfectos a ser sacerdotes. Después de todo, Jesús aún no había muerto para que hubiera una clase de hombres capaces de resistir al diablo y sus tentaciones. Solo después de la venida de Cristo los hombres dejaron de ser susceptibles a caer y fueron capaces de enfrentar lo prohibido sin caer en las asechanzas del diablo. Dios es más grande que los embates del enemigo, así que, ¡resístale y saldrá fortalecido de la lucha!

Jesús demostró que podía ser hecho Sacerdote eterno, porque el diablo lo había tentado y había visto que no podía declararse vencedor sobre Él; ni siquiera en Sus pensamientos pecó el Maestro, como dice la Biblia: No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. (Hebreos 4.15). ¡Que esto pueda decirse hoy de todos los salvos, para alegría de Dios!

En el versículo estudiado, el Evangelio se llama la palabra del juramento, en la que Dios juró por Sí mismo y lo cumplió en Su Hijo, que no le defraudó. Podemos creer las afirmaciones del Señor en la Escritura, pues es la pura Verdad (S. Juan 17.17). Si alguien recibe una comprensión de las promesas bíblicas, puede creer que el Altísimo le ha destinado esa revelación y la cumplirá, si simplemente cree lo que Él ha dicho. Quien crea verá la gloria de Dios (S. Juan 11.40).

La palabra del juramento constituyó al Hijo de Dios como el Sacerdote perfecto, y esto durará para siempre. Muchas personas dicen amar al Señor, pero no quieren ir a la iglesia porque piensan que es fanatismo. En realidad, todavía no han visto la gloria del Altísimo ni han probado Su amor. Ahora bien, cuando conocemos la Verdad, que es Jesús, nos convertimos sencillamente en operadores de las bendiciones divinas (S. Juan 14.6).

Cualquiera que deje de ir a la iglesia se excluye a sí mismo de estar entre el pueblo de Dios, y esto es extremadamente serio. El hogar eterno de una persona que no esté en Jesús, y Él en ella, nunca será el Cielo. En este caso, todo se complica, porque Dios ha planeado este lugar para aquellos que quieren ser «fanáticos» (Hebreos 10.25; S. Juan 3.36). Si está en esta situación, ¡arrepiéntase, porque esta palabrería es engañosa!

 

En Cristo, con amor,

        

R. R. Soares


La Oración de Hoy

     ¡Amado Señor! Por Tu decreto, Jesús fue elegido para un sacerdocio eterno. Aunque pasen miles de millones de años, multiplicados por el mismo número de años, Cristo seguirá siendo el Sumo Sacerdote. ¡Tú eres hermoso!

Del mismo modo, quienquiera que haya aceptado al Salvador ha sido hecho rey y sacerdote por Él, y eso nunca terminará. Padre, nuestra posición en Tu Hijo nunca disminuirá, pero como la Biblia dice que al que más tiene se le dará más, ¡podemos regocijarnos en Tus maravillas!

La palabra del juramento estableció a Jesús como Sumo Sacerdote y a nosotros como Sus discípulos, así como reyes y sacerdotes. Gracias por usarnos aquí en la Tierra como Tú quieres, y luego en el Cielo. Nos presentaremos ante Ti para recibir nuevas órdenes y misiones. ¡Amén!