Cuando no hay pastor en una comunidad, el diablo reina absoluto. Entonces, ¿cómo oirá la gente la Verdad? El Señor le mostró Su gloria a Isaías, antes de llamarlo a ir al mundo para ser usado por Él (Isaías 6.1-3). El Padre hace lo mismo con aquellos a los que llama para ir a los perdidos a mostrarles lo fácil que es entrar en Su presencia y participar de Su poder para salvar, liberar y sanar a la gente de sus males: el pecado, la incredulidad y la enfermedad.

En un pasado lejano, las familias que no conocían al único Dios verdadero utilizaban ídolos llamados terafines para proteger sus hogares. Sin saber quién era el Creador, el hombre inventaba «monstruitos» que no eran ni valiosos ni útiles. Con el tiempo, esta práctica se normalizó, hasta el punto de que el suegro de Jacob tenía varios. Sin embargo, fue el heredero de la promesa quien hizo prosperar a Labán (Génesis 31.30-35). ¡Medite y ore!

Zacarías consideraba que la obra de los profetas era una mentira, y en efecto lo era. Toda palabra cuyo origen no sea el Señor es engañosa. Los ídolos del pueblo resultan ser una farsa, pero el Padre nos protege de verdad (Salmo 18.2). Todo lo que el Infierno envíe contra los siervos del Altísimo no les alcanzará, porque Dios estará a su lado para protegerlos antes de que se acerque cualquier mal. ¡Dios es el Todopoderoso!

Los adivinos o hechiceros nunca dirán la verdad, porque sirven a Satanás y no a Cristo; por lo tanto, no tienen acceso a la presciencia del Altísimo. Los que sirven a Jesús, el Hijo de Dios, son ungidos con poder para ayudar a los afligidos, liberándolos de las creencias y engaños del enemigo (S. Juan 8.44).

El llamado a la obra divina es para los abnegados, porque no es fácil trabajar en tiempos difíciles, cuando la gente ni siquiera busca al Señor. Sin embargo, afrontamos esta misión con alegría y, como Jacob, decimos que los problemas no son nada, porque amamos a Dios y queremos ver a los perdidos rendirse a Él y cambiar sus vidas. A Jacob no le importó tener que servir a su suegro otros siete años, lo vio todo como una prueba de su amor (Génesis 29.18-27). Los hechiceros veían sueños vanos, inventados por la mente y sin valor. Solo lo que nuestro Dios nos muestra tiene valor.

Los malvados tienen algo en común: saben que están equivocados y que su final será doloroso. Y, sin embargo, se consuelan con vanidad. Las obras de Dios son verdaderas, pero los mandatos del enemigo a los malvados siempre serán vanidad, porque no tienen peso ni llevan dirección del Cielo. Por eso caminan como ovejas que van al matadero, sin saber lo que les sucederá. Tenemos al Espíritu Santo para evitar que caigamos en la red del mal.

Los perdidos están afligidos y no saben por qué, pero si escuchan al Señor, sus corazones empezarán a comprender que vivían sin pastor, sin alguien a quien Dios levantara para darles el lugar que les corresponde en el Reino de los Cielos. ¡Solo necesitan escuchar la voz del buen Pastor!

En Cristo, con amor,

R. R. Soares