SEMEJANTE A NOSOTROS
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2025-02-09 03:00:00
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
Hebreos 2.17
El plan de redención comenzó antes de que todas las cosas fueran creadas (1 Pedro 1.18-21). La elección recayó en el Hijo de Dios, ya que no había otro que pudiera reemplazarnos plenamente. Nuestro destino pesó en el corazón del Padre, haciendo que nos amara de tal manera que entregó a Su Único Hijo para que viniera y muriera en nuestro lugar (S. Juan 3.16), pagando toda la deuda. Hoy ya no le debemos nada al diablo (Colosenses 2.14-15).
El plan requería que alguien sin pecado, nos redimiera de la caída del hombre, con el propósito de levantar para Dios y Padre a quienes reinarán con Él sobre todas las cosas por los siglos de los siglos (Apocalipsis 5.10; 22.5). Aunque tenemos el privilegio en Cristo de vivir como si el diablo no existiera, no podemos olvidar sus artimañas, tratando de atraparnos en él. La Palabra declara: Sed sobrios y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. (1 Pedro 5.8).
El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios y, a Su vez, Jesús llegó a ser nuestro semejante. De lo contrario no hubiéramos sido rescatados del pecado y de la consiguiente sentencia válida para la eternidad (Génesis 1.26-27; S. Juan 1.14). Ahora, no solo somos libres de la opresión y el mal de Satanás, sino que también somos autoridad sobre él en Cristo, nuestro Salvador y Señor (S. Lucas 10.19). El cambio que ha ocurrido en nosotros es prueba de que hemos sido aceptados en el Reino de los Cielos, el cual opera en nosotros (S. Lucas 17.20-21).
Jesús es nuestro Sumo Sacerdote ante el Padre, intercediendo por nosotros cada fracción de segundo (Romanos 8.34). El fin de todo culminará en nuestra salvación, cuando suene la última trompeta. Entonces, Él descenderá de las nubes para llevarnos con Él (1 Tesalonicenses 4.16-17). Nada nos impedirá ir al Cielo y, cuando Cristo regrese, estaremos fuera del radio de acción del enemigo, ya que él no entrará al Hogar celestial. ¡Aleluya!
El Salvador es misericordioso, eterno y Todopoderoso como el Padre. A Cristo se le dio todo poder en el Cielo y en la Tierra (S. Mateo 28.18). Dios es Señor de todo lo que existe y seguirá existiendo, por lo que no habrá necesidad de que Jesús sufra más por nosotros, porque Su sacrificio en la cruz fue suficiente y pagó nuestra cuenta. Solo tenemos que perseverar en seguirlo; así, el enemigo nunca más tendrá dominio sobre nosotros.
La gran bendición de la salvación es tener fe en el Sumo Sacerdote, que es fiel y expía nuestros pecados. ¿Qué más necesitamos? Nada más, porque Cristo quitó el pecado del mundo, completó la obra y regresó al Cielo. Solo debemos tomar una decisión firme de estar a Su lado, obedeciendo Su Palabra y estando a Su disposición para hacer la obra. ¡El Señor realmente nos ama!
Para que tengamos éxito continuamente, debemos recordar que tanto el Padre como el Hijo aman trabajar, como Jesús mismo declaró: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo (S. Juan 5.17). ¿Qué tal ser como Él y nunca quedarnos parados? Todo aquel que cree en Cristo realiza las mismas obras que Él (S. Juan 14.12).
En Cristo, con amor,
R. R. Soares
La Oración de Hoy
¡Dios y Señor nuestro! Tener a Tu Hijo como nuestro Sumo Sacerdote alegra nuestros corazones. Cuando Jesús estuvo entre nosotros, nos mostró cómo proceder en cualquier situación, ¡por eso fue elegido para el santo sacerdocio!
Siguiendo los pasos de Cristo, podemos ser llamados a diferentes misiones, dondequiera que Tú nos envíes. Lo que nos califica es el gran ejemplo que recibimos de Tu Hijo. ¡Siguiéndolo, tendremos éxito en Ti!
Cristo se hizo semejante a nosotros, ya que fuimos creados a Tu imagen y semejanza. El ir y venir del Salvador ante Ti nos enseña cómo debemos agradarte. Te damos gracias por todas las lecciones recibidas del Maestro acerca de Ti, Padre.