Conocer las características de cada apóstol hará un gran bien a la iglesia que dirigimos y a nuestras vidas. Cada uno de ellos sirvió a Dios según la guía del Espíritu Santo, pero uno de ellos también sirvió al diablo y por eso se suicidó (S. Juan 13.2; S. Mateo 27.5). ¡Cuidado con el enemigo! Él le tentará para que practique lo que las Escrituras condenan. Esté prevenido para que no ceda nunca a las trampas del mal y no se corrompa. No imite nunca el comportamiento de Salomón en su vejez (1 Reyes 11.1-7).

Si los llamados a poner los fundamentos se dejan vencer por la codicia, serán como Judas Iscariote, que fue un pésimo ejemplo para el resto de los discípulos. Ellos fueron fieles en su temor al Señor, dando buen testimonio. Por eso hay que imitarlos en sus buenas acciones, y eso agrada al Padre. Debemos estar preparados y dispuestos a responder a los impulsos del Espíritu Santo, que nos dirá si somos verdaderos siervos. ¡Crea, ore y viva!

Estudiar cómo eran los primeros apóstoles ayuda mucho a los miembros del Cuerpo de Cristo; sin embargo, los aspectos naturales de cada uno de ellos no tenían nada de revelación del Cielo. Lo que necesitamos es lo que el Señor enseña sobre el fundamento, la revelación que solo se encuentra en Su Palabra. Lo que se cuenta en la historia puede ser auténtico, pero no sirve para guiar a la Iglesia.

Nadie puede crear una doctrina basada en su propio entendimiento; sin embargo, si es iluminada por el Señor, será una bendición para todos. Quien es llamado a ser apóstol debe prepararse para este ministerio de acuerdo con la revelación que le sea dada para el bien de la obra. Si todo procede de Dios, será útil en la cosecha divina. Bienaventurados los que se apartan del pecado y se acercan al Todopoderoso para ser dirigidos. Esto agrada mucho al Señor.

En el momento oportuno, el Cielo nos hará conocer el sentido y el propósito del Altísimo, de acuerdo a lo que escribieron en la Biblia. Él envía a nuestros corazones las indicaciones para resolver las cuestiones que nos preocupan. Cuando se enfrente a dificultades, diríjase a Dios en oración y pídale que le hable a través de la Palabra. Luego abra la Biblia y léala despacio, meditando en sus afirmaciones. Entonces se dará cuenta de que la respuesta exacta ya ha llegado. Siga al Señor sin desviarse.

Nunca olvide que Jesús, el Verbo de Dios, se hizo carne para liberar al hombre del imperio de las tinieblas. Cristo es la piedra angular que guía el curso de la edificación y preservación de Su Iglesia, como Él dijo: Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. (S. Mateo 16.18). El apóstol Pedro era solo un ser humano, pero la revelación que le fue dada edificaría a la Iglesia de Cristo.

Lo que Jesús reveló e hizo en la tierra es la piedra fundamental, pero lo que dijeron los profetas y los demás escritores de la Biblia también ayuda a construir Su Cuerpo, cuyo origen está en el Verbo eterno, que se hizo carne (S. Juan 1.1-14). Solo a Él damos nuestra adoración y alabanza. ¡El Señor nos ha salvado y nos ha ungido para que sigamos haciendo Su obra!

        En Cristo, con amor,

        R. R. Soares